En todo presupuesto público hay una certeza y una pretensión. La certeza es el gasto que el Gobierno se compromete a ejecutar y el deseo, el volumen de ingresos que se obtendrá con la cesta de tributos. Cierto que hay margen con el gasto, como se ha visto de manera reiterada en los últimos años, al dejar de ejecutar ciertas partidas y rebajar así el dinero que debe salir de las arcas públicas. Pero ese margen es limitado, por no decir nulo, en los grandes capítulos como pensiones, nóminas de funcionarios, pago de intereses, o estabilizadores económicos. Frente al gasto, los ingresos son pura entelequia. El nuevo Gobierno, y el anterior, fiaron a la recuperación económica el colchón para poder abordar nuevos gastos en pensiones, ayudas familiares o mejoras salariales de los funcionarios, en especial los dedicados a la Seguridad del Estado. Queda patente que la actividad económica irá reduciendo su vigor en los próximos años, con lo que resulta imprescindible impulsar medidas normativas que aumenten los ingresos tributarios para poder hacer frente a los nuevos gastos comprometidos con dichos colectivos. Y aquí, estamos ante un relato de ciencia ficción. Los fiscalistas insisten, de forma unánime, que poner en marcha un nuevo impuesto -sea la tasa Google, el de la Banca o cualquier otra invención- es un proyecto hercúleo, que se demora en el tiempo, incluso en el mejor de los escenarios parlamentarios. Con 84 diputados y unos socios muy inestables, el nuevo Gobierno tendrá muy difícil poder aprobar nuevas figuras impositivas y, en cualquier caso, su poder recaudatorio sería anecdótico para este año. Quizá podrían tener cierta eficiencia para el próximo año. En este sentido, esos mismos fiscalistas apuntan que sería más fácil actuar sobre las grandes figuras tributarias ya existentes y plantear subidas de tipos en IRPF o en Sociedades vía decreto ley alegando la necesidad de garantizar la estabilidad. Pero políticamente y electoralmente es difícil de vender. Una cosa a gravar a Google y a los bancos para pagar la subida de las pensiones, y otra cosa es cargar al común de los mortales.