Espacios como el de Epidauro, el Corral de Almagro o el San Carlos de Nápoles reflejan la evolución de este arte, que el lunes celebra su día. Por V. BarahonaGarcía Lorca definía el teatro como "poesía que sale del libro para hacerse humana". Para que ese fenómeno -que ya los antiguos griegos describían como catártico- pueda suceder, es necesario un espacio en el que confluyan intérpretes y espectadores. Aunque las artes escénicas se han colado en los lugares más recónditos y cada vez es más frecuente el uso de espacios no convencionales para su representación, los teatros siguen estando ahí -¡y larga vida!-, y es que como señaló el prestigioso actor y director ya fallecido Laurence Olivier, "en una pequeña o gran ciudad o pueblo, un gran teatro es el signo visible de cultura". Este fin de semana, que precede al Día Mundial del Teatro (lunes 27 de marzo) y que cuenta, por ello, tanto en Madrid -con la celebración hoy sábado de La noche de los teatros- como en otras ciudades, con programaciones especiales y descuentos en la compra de entradas, se nos antoja como un momento ideal para viajar por aquellos espacios en los que, inevitablemente, se respira historia teatral. Griegos y romanos, el origen Imaginar hoy la construcción de un coliseo con una capacidad de 6.000 espectadores -aforo que llegó a tener el Teatro Romano de Mérida- es casi imposible. Es cierto que algunas de las edificaciones dedicadas al arte de la musa Talía más emblemáticas del siglo XX, como La Casa de la Ópera de Sidney y el Gran Teatro Nacional de China también pueden albergar a un total de 6.000 personas aproximadamente, pero repartidas en las diferentes salas de las que disponen. El teatro en Roma era todo un fenómeno social y de ahí sus mastodónticos aforos. Además del espacio emeritense -que alberga cada verano su festival de teatro-, de la Roma clásica cabe destacar también, por su conservación y su actividad escénica, los teatros de las localidades francesas de Orange y de Arlés, que pudieron albergar a más de 9.000 personas y que, en 1981, la Unesco declaró Patrimonio Mundial. Aunque el gusto de los romanos por el teatro viene indudablemente heredado por los griegos, la arquitectura de sus edificaciones presenta diferencias. La orchestra, lugar reservado para el coro, pasó de ser circular a ser semicircular. Además, los griegos aprovecharon en mayor medida los desniveles naturales del terreno. Así lo demuestra el Teatro de Epidauro, edificado en el siglo IV a. C. en la localidad de Argólida, en la zona este del Peloponeso. Llegó a alcanzar un aforo de unos 14.000 espectadores y, todavía hoy, se considera uno de los teatros con mejor acústica del mundo. Llegada la Edad Media, la arquitectura teatral sufrió un estancamiento, pues las representaciones se realizaban en el interior de las iglesias -poniendo en pie misterios y milagros- o en escenarios ambulantes, donde los denominados cómicos de la lengua escenificaban sátiras sociales. Después, la Italia renacentista -alrededor del siglo XV- vio cómo, con el apoyo de grandes mecenas, se comenzaron a construir atractivos espacios escénicos. Aunque a finales de dicho siglo nace también el género de la ópera, a día de hoy, el teatro de ópera en activo más antiguo del mundo es el Teatro San Carlos de Nápoles, cuya construcción se produjo en 1737, cuando las artes escénicas veían surgir edificaciones tan imponentes como el primer Covent Garden de Londres (1732) o el Teatro Regio de Turín (1740), ambos destruidos a causa de un incendio. Las llamas también fueron las culpables, en 1613, de la destrucción del Globe Theatre -construido 14 años antes-, aquel en el que William Shakespeare presentó la mayoría de sus obras. Este espacio icónico del teatro isabelino -corriente que incorporó la luz artificial en las representaciones- fue reconstruido en el pasado siglo XX por iniciativa del director, actor y productor de origen estadounidense Sam Wanamaker. En España, es en los siglos XVI y XVII cuando la escena alcanza su apogeo. En un primer momento, las obras se interpretaban en los patios interiores de las casas, en los que un tablado servía de escenario. De ahí que, cuando se construyesen las primeras edificaciones destinadas exclusivamente a albergar representaciones teatrales, se siguiese la misma estructura de los corrales. Los más emblemáticos dramaturgos de este Siglo de Oro, Lope de Vega, Calderón de la Barca o Tirso de Molina, pusieron en pie sus textos por primera vez en corrales de comedia como el del Príncipe, que se encontraba en la actual Plaza de Santa Ana de Madrid, en el lugar que hoy ocupa el Teatro Español. Una de las edificaciones más antiguas conservadas (aunque parcialmente) es el Corral de Comedias de Alcalá, y la única completa es el Corral de Almagro.