Nunca antes en una junta del Popular habían pedido la palabra 27 accionistas y nunca antes éstos emplearon tonos tan duros, casi en todas las intervenciones, para referirse al equipo gestor. Cada crítica, enfocada en su mayoría en Ángel Ron, fue replicada por aplausos en el auditorio. Los reproches se repitieron para describir la caída de la acción, que ha llevado al título a cotizar por debajo del euro. Algunos hacían sus cálculos. "Para recuperar mi inversión, la acción tendría que subir un 8.800 por ciento". Y mucho de ellos amenazaban con emprender demandas contra el presidente saliente, Ángel Ron "por la nefasta gestión". Hubo incluso quién comparó la debacle de la acción del Popular con lo ocurrido en Bankia y pidió que se interponga una demanda patrimonial y una auditoría de las cuentas. Al consejero delegado, Pedro Larena , y al nuevo presidente, Emilio Saracho, se les pidió que exijan "las responsabilidades que correspondan". Las explicaciones anteriores de Roberto Higuera, en el discurso inicial, sobre el contexto bancario, español y europeo, de los últimos años, cayeron en saco roto. En el auditorio se repartieron las reprobaciones hacia todos. Por la ausencia de Ron, al que se recriminó el "no dar la cara" ante los socios y dar explicaciones. Por su pensión acumulada en el banco, "mientras muchos accionistas están arruinados", al consejo de administración, culpables también, en opinión de algún interviniente, de "la deriva" del banco y de no luchar por sus accionistas "que hemos pagado 5.000 millones en dos ampliaciones de capital y lo han fundido", al consejero delegado, Pedro Larena, por calificar al Popular de "bancazo" mientras registra pérdidas históricas y se despide al 20 por ciento de la plantilla. "Ha empezado usted muy mal", le espetó un socio, "debería pedir disculpas". Y al banco, en abstracto, por tratar mal a clientes y accionistas y "estafar" con las acciones y bonos convertibles. También se pidieron dimisiones para el consejo en pleno. "Que se vayan a freír espárragos", exclamaba un accionista. Y más de uno reprochaba a Ron el haber declarado que se iba del Popular con la conciencia tranquila y el deber cumplido. "Que se lleve 8,8 millones puede ser legal, pero no es ético", defendía un interviniente, "cuando deja el banco con pérdidas de 3.500 millones". Otro decía, "no le deseo que se lo gaste en farmacia, pero no le doy las gracias por los servicios prestados, porque no ha prestado ningún servicio". No faltaron tampoco llamamientos para unir la voluntad de los pequeños accionistas y defender así mejor sus intereses o estudiar una posible demanda social colectiva. "Nuestro rating está peor que el de Abengoa", exclamaba otro socio, que reclamaba una demanda judicial "para saber dónde se ha ido el dinero". A Saracho le daba la mayoría un voto de confianza, aunque había preocupación sobre el futuro del banco, y sobre las intenciones del nuevo directivo, "le pido que sea un ángel salvador, pero si va a ser un ángel liquidador, luche por el último euro para los accionistas". También hubo alusiones al predecesor de Ron en el cargo, Luis Valls, que se llevaron alguna ovación, por su preocupación por los accionistas y por ser, junto a Rafael Termes, "el mejor equipo gestor de Europa", según defendió uno de los accionistas.