Sigue la estela de Fiat-Chrysler y cae en bolsa por la amenaza del escándalo de VWRenault se sumó ayer a la lista de compañías salpicadas por posibles fraudes en las emisiones de sus vehículos. Y lo peor del asunto es que ya nadie está libre de la sospecha del denominado Dieselgate. El escándalo del trucaje de los motores tiene toda la pinta de convertirse en epidemia. El brote que en otoño de 2015 puso cabeza abajo a Volkswagen (VW) amenaza seriamente con contagiar a otros grandes fabricantes. De hecho, en apenas dos días se han sumado a lista ominosa dos nuevas marcas, ambas con sus respectivos desplomes bursátiles: el grupo Fiat Chrysler y ahora el holding Renault. En este último caso, el fiscal de París ha iniciado de oficio una investigación en relación a posibles anomalías en la medición de gases, de cuyas investigaciones se desprende la existencia de niveles sospechosamente excesivos en varias marcas de vehículos diésel comercializados en Francia, entre los que se encuentra Renault. Nada más conocer los anteriores hechos, el grupo galo aclaró que sus motores respetan la legislación y no tienen dispositivos ilegales. A través de un comunicado, Renault recalcó que del procedimiento abierto carece de confirmación oficial y precisa que sus motores “han sido siempre homologados respetando las leyes y a las reglamentaciones en vigor”. También apunta que sus vehículos “no están equipados con software fraudulento que afecte a los sistemas anti contaminación”. Renault recuerda en el mismo comunicado que en marzo de 2016 presentó a la Comisión Técnica Independiente un plan completo de reducción de emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) para sus vehículos diésel del reglamento Euro6b en uso del cliente, que ha sido considerado “transparente, satisfactorio y creíble”. Al margen de lo que finalmente pueda suceder con Renault o Fiat-Chrysler, el conjunto de la industria del motor tiene motivos para sentir la amenaza del trucaje de motores en sus respectivas organizaciones. En teoría, todas las grandes marcas han realizado sus respectivas auditorías internas para no sufrir el quebranto que desde septiembre de 2015 está digiriendo Volkswagen. Pese a ello, ciertas investigaciones apuntan en sentido con- trario. Así, el grupo Fiat-Chrysler sufrió el pasado jueves el disgusto de verse bajo la lupa de la Agencia de Protección Ambiental. El organismo estadounidense acusó al grupo italo-estadounidense de falsear el software para camuflar el nivel real de las emisiones contaminantes de 104.000 vehículos, en referencia a los modelos Jeep Grand Cherokee y Dodge Ram 1.500. Por su parte, la corporación que dirige Sergio Marchionne negó las acusaciones con contundencia y mostró su “decepción” ante los organismos ambientales tras señalar que sus sistemas de control de emisiones cumplen con la normativa estadounidense en vigor. Entre unas cosas y otras, la honorabilidad de las marcas afectadas queda en tela de juicio, en espera de su confirmación por parte de nuevas investigaciones. Tengan o no razón, la simple sospecha ha dejado su herida en la bolsa. El grupo Fiat Chrysler llegó a desplomarse el pasado jueves el 16,14 por ciento. Al cierre de esta edición se devaluaba el 3,72 por ciento, mientras que Renault cedió el 2,89 por ciento al cierre del mercado. El efecto dieselgate ha arrastrado esta semana al conjunto de las cotizadas automovilísticas, con pérdidas superiores a los 16.000 millones en la capitalización de las compañías del motor. La CE no se ha quedado de brazos cruzados y ayer instó al Gobierno de Italia a aportar “explicaciones convincentes” que demuestren la compatibilidad de algunos modelos de Fiat Chrysler con la legislación europea de emisiones. También parafraseó a la EPA al indicar que Fiat Chrysler “no aportó la descripción completa de la estrategia de control de emisiones de algunos modelos”.