Las empresas de alimentación y bebidas han demostrado ser en los últimos años de crisis un sector estratégico y una auténtica palanca para la economía española (mueven cerca de 95.000 millones de euros al año). Sin embargo, muchas de las compañías que operan en este sector, donde abundan las pequeñas y las medianas empresas, tienen ante sí un gran desafío: digitalizarse y ejecutar una transformación digital de sus negocios, para reducir costes en sus procesos de fabricación y no perder el tren del comercio online al que ya se han subido millones de consumidores, tanto dentro como fuera de nuestro país. Ese reto pasa, por ejemplo, por hacer un mayor uso de las redes sociales para interactuar con los consumidores, cada vez más ávidos de tener información sobre los alimentos con los que llenan la nevera. Consumidores que, además de estar más informados, son cada vez más sensibles a un consumo de productos locales, más auténticos y elaborados casi de forma artesanal. Esta tendencia está contribuyendo a que por primera vez en la historia, la marca blanca esté cayendo en nuestro país. Algo que es muy buena noticia para la industria de alimentación y bebidas. Según los datos de Promarca, la también llamada marca del distribuidor, acabará el año con una cuota de mercado por debajo del 40 por ciento. Lo mejor de su caída es que los fabricantes de las primeras marcas podrían lanzarse a la innovación y entregarse a ella como fórmula de diferenciación en el mercado doméstico y en el internacional. La expansión internacional de la alimentación y bebidas es otra de las asignaturas pendientes en la que esta industria ha de seguir trabajando para hacerse un mayor hueco en la economía global. Y eso que no se le puede reprochar haberse cruzado de brazos durante los últimos ejercicios. Más bien, todo lo contrario. Ahora, el gran interrogante proviene del Brexit del Reino Unido y de cómo esa escisión en la Unión Europea podría afectar a las exportaciones de los productos made in Spain. ¡Que no cunda el pánico! Algunos de los productos alimentarios que España más exporta de forma tradicional ya han encontrado nuevos huecos en el panorama internacional. La mejor prueba es el aceite de oliva, cuyas ventas en Estados Unidos ya superan a las que los italianos han conseguido en el mismo mercado en lo que va de año. Un año en el que mientras la leche ha seguido perdiendo adeptos -su consumo ha caído un 4,3 por ciento en los últimos cuatro ejercicios-, la cerveza los ha ganado. Tanto es así que España podría volver al podio europeo como fabricante de cerveza en los próximos cinco años. La subida de esta bebida ha tenido, sin embargo, una contrapartida negativa para el vino, que también ha visto cómo su consumo ha descensido, especialmente entre los más jóvenes, a los que tendrá que recuperar si quiere mantener el tipo.