N o hace falta que Podemos gobierne para que el austericidio sea una realidad en España. La incomprensible debilidad del Gobierno del PP todos estos años y el actual desconcierto en que se mueve nuestra política tras el 20D, han convertido a la consolidación fiscal en un asunto menor y ni las Comunidades Auntónomas van a cumplir el objetivo del año pasado ni el del actual, y es dudoso que nadie les pida explicaciones, sino que les seguirán rociando de dinero para financiar el desastre hasta que el cuerpo aguante, que de momento, aunque no se espera que por mucho tiempo, aguanta. Quedaremos lejos del objetivo de déficit fijado para este año y nadie sabe como irá 2016, porque los Gobiernos autonómicos lo van a incumplir sistemáticamente. Todo el control estatal es aparente, porque las Comunidades Autónomas apenas han reducido grasa administrativa aunque hayan recortado algo en servicios esenciales, manteniendo en buena medida, cuando no potenciando, las redes clientelares y los gastos supérfluos. La reforma de la Administración que necesitaba España ni siquiera se llegó a plantear por un Gobierno del PP que ha perdido cuatro años de una especial fuerza política para embridar el Estado, pensando que alguien le iba a agradecer su talante socialdemócrata y, sin embargo, ha pagado en las urnas el mismo precio que si lo hubiera hecho. Desde la Comisión ya nos han advertido, pero ahora estamos al bebé de Bescansa, a las Rastas y dándole grupos a los separatistas, sin que nadie se ocupe de poner orden en un Estado que difumina su poder abrumado por las deudas de unas autonomías cuyos responsables, cada vez más envalentonados, no son sancionados ni por meter facturas en los cajones, comprar más de lo debido, infravalorar los gastos en los presupuestos deliberadamente o mantener una estructura administrativa impagable. El Gobierno podía haber reformado la legislación para impedir el exceso de gasto en las autonomías, pero todo lo que ha hecho son instrumentos de control inoperantes que sólo sirven para contarnos lo mal que van las cosas y lo peor que van a ir, sin mecanismos que obliguen a ceñirse a un determinado nivel de déficit. Así no se puede Gobernar un país con un mínimo de coherencia económica y España estará abocada a reiterados incumplimientos. Además, no sólo no sucede nada por el exceso de gasto, sino que encima es premiado con una financiación privilegiada por parte del Estado, de la que se benefician especialmente las autonomías que por su pésima gestión financiera, e incluso política, están expulsadas el mercado, que son las más incumplidoras. El Estado de las autonomías, mal diseñado, mal ejecutado y peor gestionado, carece de mecanismos de control y debe ser redefinido centralizando las decisiones económicas y financieras hasta un nivel que impida el déficit excesivo. La mayoría de los grupos políticos y especialmente la emergente izquierda radical cortejada por el PSOE, no sólo no son conscientes de la necesidad de una gestión económica más racional, sino que mantienen una posición esquizoide sobre el déficit, porque no son partidarios ni de la austeridad ni de la deuda, cuando la falta de la primera conduce necesariamente a la segunda. Aunque sean pocas las posibilidades de un Gobierno a la portuguesa, no cabe la menor duda de que aumentaría el desconcierto financiero de una España que ya vive cerca del caos, pero que no se está dando cuenta de la situación al calor de una política monetaria tan expansiva que premia el endeudamiento. Desde Bruselas, con razón, se nos niegan más prórrogas al déficit excesivo ya que España está creciendo a buen ritmo. Pero ese crecimiento, que de momento parece sólido pues se asienta en el consumo interno y en una balanza comercial favorable, no puede usarse como excusa para seguir demorando una consolidación fiscal que se desangra por las autonomías. Nadie lo va arreglar porque unos están empecinados en construir un Estado al margen de la ley, de la democracia y de la razón; otros quiren hacer consultas de autodeterminación; otros quieren gobernar con quien sea y aunque no hayan ganado las elecciones; y otros, que podían haber aprovechado el tiempo para arreglar muchas cosas, lo perdieron y ahora, con muchísima suerte, a lo más que aspiran es a un corto Gobierno débil y con las manos atadas. Y mientras, están naciendo los pocos niños que pagarán las deudas que ahora se están generando si cuando sean mayores todos estos incompetentes no han destrozado España por completo.