El ataque tendrá un impacto negativo en la confianza del consumidor francés, que podría contagiar al resto de Europa La tensa calma se dejaba notar ayer en las bolsas de todo el mundo, que digerían por primera vez las consecuencias de la masacre sufrida en la capital francesa de París el pasado viernes. Unos atroces atentados que no sólo se cobraron la vida de al menos 131 personas sino que también amenazan con destartalar uno de los pilares más importantes de la economía gala: el turismo. La ciudad de la luz es uno de los destinos preferidos por los turistas de todo el mundo, que en 2013 llegaron a gastar hasta 42.000 millones de euros dentro de las fronteras francesas, según datos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Una suma clave que ofrece una idea de cómo el consumo de los extranjeros que viajan al país contribuye a una tímida recuperación económica, que en el caso galo se materializó con un crecimiento del 0,3 por ciento en el tercer trimestre. “Los ataques terroristas del viernes afectarán significativamente a la economía de París a corto plazo y probablemente tendrán un efecto en cadena en otras partes de Francia”, reconoce Howard Archer, economista jefe para Europa y Reino Unido de la consultora IHS Global Insight. Según sus previsiones, el impacto más directo se notará en muchas tiendas y servicios públicos, que permanecerán cerrados a corto plazo. Además, es probable que se reduzca considerablemente el número de personas que planeen viajar a la capital francesa. De hecho, en algunos casos, muchos negocios optarán por gestionar sus operaciones online en lugar de trasladarse al centro urbano. “Este riesgo se magnifica ante la creciente preocupación de que existen riesgos de otros ataques”, matiza Archer. Los ataques terroristas del pasado viernes tendrán un impacto negativo significativo en la confianza del consumidor francés que también podría contagiarse al resto de Europa a medida que otros ciudadanos se preguntan si las urbes donde residen podrían sufrir semejante atrocidad. Reino Unido, España y Bélgica son ejemplos obvios, dado su historial de ataques terroristas. En el caso belga, el hecho de que existen células terroristas involucradas en los ataques franceses incrementa la posibilidad de un impacto económico más directo sobre la psique de sus consumidores. “Una vez que la confianza del consumidor sufra existe un mayor riesgo de que los consumidores frenen sus gastos durante un mayor periodo de tiempo”, aclaró el experto de IHS Global Insight, quien apuntó que también la confianza empresarial podría verse afectada. Recordemos que el consumo ha sido una de las áreas más fuertes de la economía gala, como ocurre en otros países de la eurozona. Aún así, los efectos económicos de esta clase de barbaries suelen ser limitados. Los atentados sufridos en Londres, en julio de 2005, en los que murieron 52 personas y más de 700 resultaron heridas, no perturbaron la marcha económica del país. La economía creció un 1 por ciento en el tercer trimestre y un 1,4 por ciento en el cuarto. Las visitas de turistas a Reino Unido aumentaron un 5 por ciento interanual en el tercer trimestre de 2005, según VisitBritain, que no registró una caída en la demanda de viajes inmediatamente después de los ataques. Un contexto que no tuvo los mismos desarrollos en los atentados del 11 de marzo de 2004 en la Estación de Atocha, en Madrid, cuando 191 personas murieron y 2.050 resultaron heridas. El PIB se contrajo un 0,6 por ciento en el primer trimestre y se produjo una desaceleración en el consumo y en la inversión. Sin embargo, el Banco de España dijo que los efectos, especialmente en el sector servicios, fueron “limitados y temporales”.