C orrupción y violencia desmedidas. Una sociedad dividida producto de una economía basada exclusivamente en la riqueza petrolera incapaz de aliviar la pobreza de muchos. Nada de esto es nuevo en Venezuela. Son problemas que no surgieron con el chavismo. Al contrario: fueron el caldo de cultivo que permitió a Chávez ganar una elección tras otra. La presente crisis de los precios del crudo ha llevado al desabastecimiento más absoluto. La economía se contrae sin remedio. La debacle golpea con saña a los venezolanos. Junto a ella, se profundiza a diario la fragmentación social y política. Con la ineptitud de su sucesor Nicolás Maduro la situación ha empeorado de manera inimaginable. Por si fuera poco, el régimen, acorralado y desesperado, acaba de autorizar a los civiles el uso de armas para "defender la revolución". Como advierte la Iglesia venezolana armar al pueblo solo conduce a una lucha fratricida. Las acusaciones de Maduro son vagas y sin pruebas concretas. Como cuando aseguró que grupos paramilitares de Colombia habrían ingresado en Venezuela para organizar hechos de violencia en los estados de Zulia y Táchira. La misma explicación ya utilizada el pasado año con las protestas masivas que convirtieron a San Cristóbal (Táchira) en el epicentro de las famosas guarimbas (piquetes). Ahora afirma que "no permitirá que la oposición se presente a las elecciones parlamentarias si está involucrada en promover la violencia". No es de extrañar que lo dice cuando todas las encuestas reflejan que el gobierno perdería hoy, de forma amplia, las trascendentales elecciones a la Asamblea Nacional. Son de sobra conocidas tanto la narrativa revolucionaria como las teorías conspirativas de Maduro. Ayuda a distinguir la verdad entre tanta propaganda la presencia de testigos y la grabación de videos. Durante una protesta esta semana en San Cristóbal un estudiante de 14 años murió por un ataque policial. Se exige la destitución del director de la Policía Nacional Bolivariana. El opositor Leopoldo López lleva más de un año en prisión. El juicio se retrasa por maniobras oficialistas. La represión se ha intensificado con casi tres detenidos por día en lo que llevamos de año. 151 personas han sido arrestadas en menos de dos meses por protestar contra el gobierno. El caso más reciente: la cárcel para el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, incriminado por un militar preso torturado, según su abogado. Durante una manifestación frente a la sede de la Nunciatura Apostólica en Caracas en que participaron familiares de los opositores encarcelados López y Ledezma, la exdiputada María Corina Machado pidió la intervención de Francisco. El chavismo apunta a su siguiente blanco en las filas opositoras: el diputado Julio Borges. Acusado también de querer derrocar al mandatario. Según el Gobierno hay un supuesto complot que busca captar elementos de la fuerza aérea para dar un golpe de Estado. Borges sería el quinto diputado desaforado en este período impedido así de competir en las elecciones legislativas previstas para el segundo semestre. Aunque no parezca posible, la situación siempre puede ir a peor. Incluso en Venezuela. Hay que evitar como sea una guerra civil y la eventualidad de un golpe. Como advierte desde Uruguay un lúcido José Mujica esa segunda posibilidad por parte de militares de izquierda quebraría definitivamente la democracia. El terrible acoso del oficialismo jugará a favor de la oposición en los próximos comicios. Si ésta es capaz de actuar con valor y firmeza. Lo que se requiere con urgencia es serenidad y unidad. Cuando Venezuela logre despertar de la pesadilla chavista habrá mucho que reconstruir y las heridas tardarán en cicatrizar. Pero la gran asignatura pendiente y tarea más urgente será diversificar la economía. El doloroso panorama actual ha desengañado a los que creían que el precio internacional del petróleo sólo podía subir. Con el dinero fácil aumentó la corrupción y posibilitó, en el interior el programa de subsidios y la victoria chavista y en el exterior los votos cautivos utilizados en los organismos regionales. Ya en fecha tan temprana como 1936, el intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri lanzaba su famosa consigna de "sembrar el petróleo". Llamaba a desarrollar una economía productiva y renovable que pudiera crecer y progresar con el país, en lugar de disminuir, y para ello aprovechar la riqueza transitoria de las actividades petroleras. Ese debe ser el objetivo a corto y medio plazo.