El mayor astillero vasco, La Naval de Sestao, está a punto de quedarse totalmente de brazos cruzados, en marzo entrega el último buque, sin que haya ningún otro encargo o contrato. Al comité de empresa ya no le sirven los argumentos de la dirección del astillero de que la demora en resolverse definitivamente el litigio del viejo tax lease penaliza las nuevas contrataciones. No les vale porque la plantilla acumula ya ocho EREs consecutivos y ven como otros astilleros vascos, véase Zamakona, Murueta y Balenciaga contratan, botan nuevos buques y tienen actividad en sus gradas. Lo cierto es que en los últimos años la cúpula de La Naval no ha sido un remanso de paz. En 2012 el Gobierno vasco hubo de intervenir para hacer que los socios desbloqueasen la financiación de un contrato (uno de los últimos en entrar) e incluso se ofreció para entrar en el capital de la empresa, con un 5 por ciento (a cambio de un plan industrial serio), que no llegó a materializar y la propuesta ya no está vigente. Lo cierto es que los socios de La Naval (Ingeteam, Murueta, Knutsen, Industrias Navales del Norte, Naviera Nervión) son bastante dispares. El Comité de Empresa descata que para sus accionistas este astillero no es su actividad principal, sino secundaria y temen, por tanto, que captar contratos para La Naval, con el esfuerzo financiero que implica, sea también secundario.