Una vez más, como ya hizo con el pacto fiscal para salvar el euro en junio pasado, el primer ministro británico, David Cameron, ha situado a Reino Unido fuera de la decisión europea de crear este impuesto. "No estamos en contra de las tasas al sector financiero", ha dicho el ministro británico de Finanzas, George Osborne, "pero nuestra posición es que sólo consideraremos sumarnos si todos los centros financieros del mundo la implantan, como Nueva York, Singapur, Shanghai y Hong Kong". Si se aplicase en toda la UE, la famosa tasa podría generar unos 57.000 millones al año, de los cuales entre el 62 y el 72 por ciento vendrían de Reino Unido. Pese a todo, tanto Reino Unido como Polonia, que también renegó de su implantación, decidieron no obstaculizar su puesta en marcha en los países que así lo desean, pero Londres ha avisado de que podría provocar pérdidas por valor del 3,5 por ciento del PIB. Suecia señala que una medida similar aplicada en su país perjudicó las actividades comerciales. La City representa el 36 por ciento de la industria financiera de la UE y en Londres se realizan el 60 por ciento de las transacciones financieras internacionales de los Veintisiete. Esta tasa fue propuesta en 1971 por el premio Nobel de economía estadounidense James Tobin, para controlar a los mercados internacionales y penalizar las operaciones especulativas. La idea fue rescatada en 1997 por Ignacio Ramonet, editor de Le Monde Diplomatique, acompañada de la creación de la Asociación por la Tasación de las Transacciones (Attac) para dirigir la recaudación a la lucha contra la pobreza. El planteamiento europeo es ahora usarla como método de financiación.