Telefónica empieza a sonreír al ver sus números. Ante el incierto futuro que depara a España y a Europa, la compañía acaba de despejar sus peores nubarrones. También se ha sacudido muchos de sus agobios financieros y ha encarrilado buena parte de sus planes para reducir deuda. Y lo ha hecho todo en un santiamén. El pasado domingo, cuando España se lamía las heridas por el eufemístico rescate de la Comisión Europea, el BCE y el FMI, Telefónica sorprendió al mercado con una noticia que pasó de puntillas a la estela del salvavidas crediticio de Bruselas. La multinacional que preside César Alierta confirmó la venta del 4,5 por ciento de China Unicom por 1.130 millones. Pese a desprenderse de la mitad de su capital en la asiática, se trata de una operación en la que la española hace caja sin menoscabar las alianzas acordadas con su socio. Con esa inyección de tesorería, Telefónica afronta las próximas semanas con carrerilla. Ahora se sucederán nuevas desinversiones, como las previstas en su filial Atento, Portugal Telecom y la agencia de viajes online Rumbo, a las que se añadirán otros flecos, como las ventas de torres de telefonía a Abertis. La parte mollar de sus ingresos se espera con la salida a bolsa en la filial en Alemania y en varios países latinoamericanos. Por todo lo anterior, el compromiso de reducir rápidamente el ratio de deuda sobre 'ebitda' de 2,55 a 2,35 veces parece un reto más que asequible. Los 57.139 millones deberán quedarse en poco más de 51.000 millones para que Alierta pueda cambiarse de traje de vendedor por el de comprador. Telefónica tiene excelente puntería para aprovechar oportunidades, habilidad que conservará aunque no la practique. La prioridad consiste en reducir deuda y mejorar su calificación crediticia. En unos meses, con el músculo financiero en forma, las cosas cambiarán en Telefónica. Si ahora en la teleco sólo se habla de vender, muy pronto se conjugará el verbo comprar. Entonces es cuándo tocará pensar en KPN y no ahora.