Merkel gana el pulso y fuerza una quita sobre la deuda pública de GreciaMerkel gana el pulso y fuerza una quita sobre la deuda pública helenaSarkozy asegura que el sector privado aportará 135.000 millones en 30 añosbruselas. La canciller alemana Angela Merkel ganó ayer el pulso que mantenía con el grueso de la zona euro. El sector privado -bancos, aseguradoras y fondos de inversión- deberá participar en el esfuerzo para reflotar a Grecia, lo que de una manera u otra implicará una reestructuración de la deuda griega e incluso una quita. La aportación del sector privado será de 54.000 millones de euros entre 2011 y 2014, y de 135.000 millones hasta 2020. El pacto alcanzado ayer en Bruselas por los jefes de Estado o de Gobierno de la zona euro es tan inconcreto que queda a la merced de que los mercados se crean su eficacia para frenar el contagio a España e Italia. Y de que las agencias de rating o calificación de riesgos crediticios evalúen si se producirá un impago total o parcial, lo que podría provocar nuevas turbulencias en los mercados. Los expertos de los 17 países de la zona euro y los ministros de Economía y Finanzas deberán intentar concretar cómo orquestarán la reestructuración. Una de las opciones es que los titulares privados de deuda pública griega, cuyo vencimiento se produzca a corto o medio plazo, acepten canjear sus títulos por bonos que Atenas no tendrá que reembolsar hasta más tarde. El acuerdo no concreta plazos, pero fuentes comunitarias aseguraban que los nuevos bonos no vencerían hasta dentro de treinta años. Hace un mes, el Gobierno alemán habló de aplicar un plazo de siete años. La banca exige que estos nuevos bonos estén garantizados por el fondo de rescate europeo, a lo que se resiste la propia Alemania porque al estar el fondo avalado por ella misma y el resto de países del euro, avalar la deuda griega se convertiría en un eurobono encubierto. Otra opción es que según vayan venciendo los bonos en poder de las entidades financieras, éstas reinviertan en deuda griega parte del pago recibido. Tampoco había detalles tras la cumbre. Esta idea fue desarrollada por el banco galo BNP Paribas, que lo aderezó con unos tipos de interés de hasta el 11 por ciento: muy ventajosos para la banca y demasiado onerosos para Grecia o cualquier otro país. Según la propuesta de BNP, los bancos que se acojan a esta opción se embolsarían el 30 por ciento de los pagos recibidos de Atenas, reinvertirían el 50 por ciento en deuda griega a treinta años, y otro 20 por ciento en una especie de hucha invertida en títulos de máxima calidad para enjugar posibles pérdidas. Recompra de bonos La tercera posibilidad es que Grecia destine parte de la ayuda recibida de sus socios a recomprar su propia deuda, aprovechando que se revende en el mercado secundario a precio de saldo. Las entidades que vendan a Atenas la deuda en su poder renunciarían a buena parte del pago que deberían recibir si esperasen hasta el vencimiento, así que sería asimilable a una quita voluntaria. Pero escapan al riesgo de perder aún más si el Estado se desploma de manera caótica. Las dos primeras posibilidades aliviarían a Grecia al postponer parte de la carga de su deuda. La tercera reduciría el endeudamiento en sí mismo que, según Bruselas va camino de alcanzar en 2012 un nivel insostenible, equivalente al 166,1 por ciento del producto interior bruto (PIB) griego. Las agencias de rating han afirmado que las tres opciones son equiparables a un impago selectivo o parcial. Y los responsables comunitarios hacían los preparativos para afrontar un impago transitorio. El Banco Central Europeo (BCE) lleva semanas advirtiendo que si las agencias de calificación decretan que se ha producido un impago, no podrá seguir concediendo liquidez a los bancos que a cambio le ofrezcan deuda griega como garantía. Eso implica cerrar el grifo de la liquidez a la banca griega y condenarla a la quiebra. En este caso, el fondo de rescate avalaría la deuda griega depositada en Fráncfort para que el BCE continuara aceptándola y no dejara caer a la banca helena. Los dirigentes europeos descartaron ayer acuñar una tasa sobre la banca cuya recaudación se habría destinado a ayudar a Grecia. Según los cálculos de la Comisión Europea, hubiera generado unos ingresos de hasta 26.000 millones de euros anuales y no hubiera supuesto un impago. El BCE lleva meses advirtiendo que un impago en la zona euro puede provocar una estampida de pánico entre los inversores aún mayor que la de 2008 por el desplome del gigante bancario estadounidense Lehman Brothers, o la aseguradora AIG. Uno de los temores es que, como ocurrió en esos dos casos, se cortocircuite el mercado de los credit default swaps o CDS: derivados financieros que aseguran contra el riesgo de impago. Las pérdidas de este mercado podrían provocar un efecto dominó.bruselas. La canciller alemana Angela Merkel ganó ayer el pulso que mantenía con el grueso de la zona euro. El sector privado -bancos, aseguradoras y fondos de inversión- deberá participar en el esfuerzo para reflotar Grecia, lo que de una manera u otra implicará una reestructuración de la deuda griega e incluso una quita. La aportación del sector privado será de 54.000 millones de euros entre 2011 y 2014, y de 135.000 millones hasta 2020. Entre los treinta bancos privados internacionales que se han comprometido a participar en el programa de ayuda, el único español que figura es el BBVA. El pacto alcanzado en Bruselas es tan inconcreto que queda a la merced de que los mercados se crean su eficacia para frenar el contagio a España e Italia. Y de que las agencias de rating o calificación de riesgos crediticios evalúen si se producirá un impago total o parcial, lo que podría provocar nuevas turbulencias en los mercados. Los expertos de los 17 países de la zona euro y los ministros de Economía deberán intentar concretar cómo orquestarán la reestructuración. Una de las opciones es que los titulares privados de deuda pública griega, cuyo vencimiento se produzca a corto o medio plazo, acepten canjear sus títulos por bonos que Atenas no tendrá que reembolsar hasta más tarde. El acuerdo no concreta plazos, pero fuentes comunitarias aseguraban que los nuevos bonos no vencerían hasta dentro de treinta años. Hace un mes, el Gobierno alemán habló de aplicar un plazo de siete años. La banca exige que estos nuevos bonos estén garantizados por el fondo de rescate europeo, a lo que se resiste la propia Alemania porque al estar el fondo avalado por ella misma y el resto de países del euro, avalar la deuda griega se convertiría en un eurobono encubierto. Otra opción es que según vayan venciendo los bonos en poder de las entidades financieras, éstas reinviertan en deuda griega parte del pago recibido. Tampoco había detalles tras la cumbre. Esta idea fue desarrollada por el banco galo BNP Paribas, que lo aderezó con unos tipos de interés de hasta el 11 por ciento: muy ventajosos para la banca y demasiado onerosos para Grecia o cualquier otro país. Según la propuesta de BNP, los bancos que se acojan a esta opción se embolsarían el 30 por ciento de los pagos recibidos de Atenas, reinvertirían el 50 por ciento en deuda griega a treinta años, y otro 20 por ciento en una especie de hucha invertida en títulos de máxima calidad para enjugar posibles pérdidas. Recompra de bonos La tercera posibilidad es que Grecia destine parte de la ayuda recibida de sus socios a recomprar su propia deuda, aprovechando que se revende en el mercado secundario a precio de saldo. Las entidades que vendan a Atenas la deuda en su poder renunciarían a buena parte del pago que deberían recibir si esperasen hasta el vencimiento, así que sería asimilable a una quita voluntaria. Pero escapan al riesgo de perder aún más si el Estado se desploma de manera caótica. Las dos primeras posibilidades aliviarían a Grecia al postponer parte de la carga de su deuda. La tercera reduciría el endeudamiento en sí mismo que, según Bruselas, va camino de alcanzar en 2012 un nivel insostenible, equivalente al 166,1 por ciento del PIB griego. Las agencias de rating han afirmado que las tres opciones son equiparables a un impago selectivo o parcial. Y los responsables comunitarios hacían los preparativos para afrontar un impago transitorio. El BCE lleva semanas advirtiendo que si las agencias de calificación decretan que se ha producido un impago, no podrá seguir concediendo liquidez a los bancos que a cambio le ofrezcan deuda griega como garantía. Eso implica cerrar el grifo de la liquidez a la banca griega y condenarla a la quiebra. En este caso, el fondo de rescate avalaría la deuda griega depositada en Fráncfort para que el BCE continuara aceptándola y no dejara caer a la banca helena. Los dirigentes europeos descartaron ayer acuñar una tasa sobre la banca cuya recaudación se habría destinado a ayudar a Grecia. Según los cálculos de la Comisión Europea, hubiera generado unos ingresos de hasta 26.000 millones de euros anuales y no hubiera supuesto un impago. El BCE lleva meses también advirtiendo de que un impago en la zona euro puede provocar una estampida de pánico entre los inversores aún mayor que la de 2008 por el desplome de Lehman.bruselas. La canciller alemana Angela Merkel ganó ayer el pulso que mantenía con el grueso de la zona euro. El sector privado -bancos, aseguradoras y fondos de inversión- deberá participar en el esfuerzo para reflotar a Grecia, lo que de una manera u otra implicará una reestructuración de la deuda griega e incluso una quita. Sarkozy señaló que la aportación del sector privado será de 135.000 millones de euros en 30 años, aunque no añadió más detalles. El pacto alcanzado ayer en Bruselas por los jefes de Estado o de Gobierno de la zona euro es tan inconcreto que queda a la merced de que los mercados se crean su eficacia para frenar el contagio a España e Italia. Y de que las agencias de rating o calificación de riesgos crediticios evalúen si se producirá un impago total o parcial, lo que podría provocar nuevas turbulencias en los mercados. Los expertos de los 17 países de la zona euro y los ministros de Economía y Finanzas deberán intentar concretar cómo orquestarán la reestructuración. Una de las opciones es que los titulares privados de deuda pública griega, cuyo vencimiento se produzca a corto o medio plazo, acepten canjear sus títulos por bonos que Atenas no tendrá que reembolsar hasta más tarde. El borrador del acuerdo no concreta plazos, pero fuentes comunitarias aseguraban que los nuevos bonos no vencerían hasta dentro de treinta años. Hace un mes, el Gobierno alemán habló de aplicar un plazo de siete años. La banca exige que estos nuevos bonos estén garantizados por el fondo de rescate europeo, a lo que se resiste la propia Alemania porque al estar el fondo avalado por ella misma y el resto de países del euro, avalar la deuda griega se convertiría en un eurobono encubierto. Otra opción es que según vayan venciendo los bonos en poder de las entidades financieras, éstas reinviertan en deuda griega parte del pago recibido. Tampoco había detalles en el borrador. Esta idea fue desarrollada por el banco galo BNP Paribas, que lo aderezó con unos tipos de interés de hasta el 11 por ciento: muy ventajosos para la banca y demasiado onerosos para Grecia o cualquier otro país. Según la propuesta de BNP, los bancos que se acojan a esta opción se embolsarían el 30 por ciento de los pagos recibidos de Atenas, reinvertirían el 50 por ciento en deuda griega a treinta años, y otro 20 por ciento en una especie de hucha invertida en títulos de máxima calidad para enjugar posibles pérdidas. Recompra de bonos La tercera posibilidad es que Grecia destine parte de la ayuda recibida de sus socios a recomprar su propia deuda, aprovechando que se revende en el mercado secundario a precio de saldo. Las entidades que vendan a Atenas la deuda en su poder renunciarían a buena parte del pago que deberían recibir si esperasen hasta el vencimiento, así que sería asimilable a una quita voluntaria. Pero escapan al riesgo de perder aún más si el Estado se desploma de manera caótica. Las dos primeras posibilidades aliviarían a Grecia al postponer parte de la carga de su deuda. La tercera reduciría el endeudamiento en sí mismo que, según Bruselas va camino de alcanzar en 2012 un nivel insostenible, equivalente al 166,1 por ciento del producto interior bruto (PIB) griego. Las agencias de rating han afirmado que las tres opciones son equiparables a un impago selectivo o parcial. Y los responsables comunitarios hacían los preparativos para afrontar un impago transitorio. El Banco Central Europeo (BCE) lleva semanas advirtiendo que si las agencias de calificación decretan que se ha producido un impago, no podrá seguir concediendo liquidez a los bancos que a cambio le ofrezcan deuda griega como garantía. Eso implica cerrar el grifo de la liquidez a la banca griega y condenarla a la quiebra. En este caso, según fuentes comunitarias, el fondo de rescate avalaría la deuda griega depositada en Fráncfort para que el BCE continuara aceptándola y no dejara caer a la banca helena. Los dirigentes europeos descartaron ayer acuñar una tasa sobre la banca cuya recaudación se habría destinado a ayudar a Grecia. Según los cálculos de la Comisión Europea, hubiera generado unos ingresos de hasta 26.000 millones de euros anuales y no hubiera supuesto un impago. El BCE lleva meses advirtiendo que un impago en la zona euro puede provocar una estampida de pánico entre los inversores aún mayor que la de 2008 por el desplome del gigante bancario estadounidense Lehman Brothers, o la aseguradora AIG. Uno de los temores es que, como ocurrió en esos dos casos, se cortocircuite el mercado de los credit default swaps o CDS: derivados financieros que aseguran contra el riesgo de impago. Las pérdidas de este mercado podrían provocar un efecto dominó.