Desde luego, o el Gobierno trabaja actualmente en balde o le gusta repetir aquello que hace. Y si ninguna de estas afirmaciones es cierta, no tiene ni pies ni cabeza que desde hace dos semanas se reúnan la patronal de empresas de Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC) Ametic y las sociedades de gestión de derechos de autor IBAU (Egeda, Dama y Aisge) y Copyespaña (Agedi, Aie, Cedro y Sgae) con los ministerios de Industria y de Cultura para fijar, según sus propias palabras, las bases de la negociación, así como la hoja de ruta a seguir en la reforma del canon digital. Si esto es así, por qué ahora se vende como una gran victoria el hecho de que se haya introducido en la ley Sinde un pequeño párrafo, que no da ningún detalle, que tan sólo dice que "el Gobierno en el plazo de tres meses desde la publicación de la ley procederá a modificar la regulación de la compensación equitativa por copia privada". Vamos, no hay quien lo entienda, y aunque ya haya gente trabajando en adecuar la orden ministerial de 2008 que fija el canon, parece que, al igual que sucedió hace dos años, no se va a llegar a ningún acuerdo. Y parece también, que el Gobierno ya lo sabe y, por eso, se obliga a sí mismo a volver a estudiar el canon cuando se apruebe la ley Sinde. Para locos. Otra cosa es, que gracias a la aprobación conseguida, la ministra de Cultura siga ocupando su asiento. Eso sí que lo ha conseguido. Al igual que también ha logrado, y mira que era difícil, agrupar a más disconformes con la normativa, y lo ha conseguido, incluso, entre aquellos que se podrían definir 'de su círculo'. Tal vez el caso más claro sea el del presidente de la Academia de Cine, que decidió ser coherente con sus palabras y, tras la aprobación in extremis de la polémica norma en el Senado, anunció que dimitiría de su cargo aunque continuaría como miembro del organismo. Y es que Álex de la Iglesia ha aprendido una lección que ni el Gobierno ni las entidades de gestión de derechos de autor han sabido poner en práctica: el diálogo. Así fue como Álex de la Iglesia comprendió que la ley Sinde, al final, no soluciona el problema de fondo. Y es que, independientemente de las descargas que haya, y de que España sea señalada como más o menos pirata, el problema real es que la industria de contenidos se encuentra inmersa en una auténtica revolución. Posiblemente esto cause vértigo tanto a los legisladores como a aquellos que viven de este negocio y que ven que dos más dos ya no son cuatro, pero que, si deciden pasar página y empezar de cero por los nuevos caminos que marca la tecnología, posiblemente, verán que aumenta su negocio, su fama, su popularidad y que las descargas pasan a ser algo de otro siglo, es más incluso perderá su importancia como pasó, hace años, con las copias de vinilos. Pero una transformación tan radical da miedo, e incluso se entiende que lo dé, pero existe un dicho popular que define muy bien la situación 'adaptarse o morir'. Claro que hace falta ser muy valiente para saltar sin red a algo desconocido que no se sabe cómo va, mientras, por ejemplo, las entidades de gestión de derechos de autor siguen engrosando sus bolsillos con un canon que ha sido declarado ilegal por Luxemburgo. El canon es uno de los problemas, otro es la nueva forma de distribución, otro es una nueva forma de remuneración a los autores, otro es el uso que se hace de dispositivos que sirven para copiar pero que se utilizan para trabajar, otro son las descargas para las que no existe una oferta legal alternativa... pero mientras todos esos pequeños puntitos que cambian la industria no sean tratados como un conjunto, muchos abogan por reformar la Ley de Propiedad Intelectual que está prácticamente obsoleta, continuarán los enfrentamientos y 'los tiras y aflojas' porque, en definitiva, nunca se resolverá el problema global. Y mientras tanto ¿acabará la ley Sinde con las descargas? También existe un dicho popular para responder y es que 'echa la ley echa la trampa'. En este caso, la trampa implica miles y miles de millones de euros y el problema es que los nativos digitales siempre van a ser más avanzados que aquellos que han aprendido a fuerza de intentarlo y de explicaciones de personas cercanas. Y la situación actual es que son esos nativos digitales los que enseguida encontrarán un 'Plan B' a aquellas normas, reglas o leyes que intenten dirigir sus actuaciones en la Red. Por eso, hace falta educar para evitar el gratis total, pero también dar alternativas reales y no las que ya hay, que carecen de ofertas atractivas.