Tony Hayward, "enemigo público en EEUU", cierra los últimos flecos de su salidaLONDRES. La trayectoria de Tony Hayward como consejero delegado de BP ya es historia. La compañía quiere cerrar capítulo tras el vertido en el Golfo de México y pro- mover una nueva era en la que resulta imprescindible deshacerse de la cara pública del desastre. Tras 28 años de colaboración y tres al frente, el calificado como "enemigo público número uno" en Estados Unidos tiene tan sólo por cerrar los términos de su partida. La junta directiva de la petrolera se reúne hoy en Londres para hacer oficial el cambio, tan sólo 24 horas antes de una cita marcada en rojo en el calendario. Mañana se dan a conocer los resultados correspondientes al segundo trimestre, en los que se esperan pérdidas de unos 25.000 millones de euros como consecuencia de los trabajos para detener el vertido, el pago de compensaciones y las multas. Sin embargo, la salida de Hayward guarda más relación con la evolución de los trabajos de sellado de la catástrofe de Macondo. Los progresos de las dos últimas semanas, en las que, por primera vez, se logró detener la salida de fuel, se han convertido en la sentencia del consejero delegado. La cúpula de BP llevaba un tiempo barajando la renovación integral, pero optó por esperar a que la solución de la crisis estuviera encaminada. De igual forma, había interés por aguardar a conocer la estimación del coste global de un incidente que, además de reducir más de la mitad el valor de la compañía, acabó con la vida de once trabajadores. Aún así, ha habido ya movimientos que tendrán su continuación esta semana. Hace un mes, Hayward veía cómo la gestión directa del desastre le era retirada para ser encomendada a Bob Dudley, precisamente el hombre tipificado para tomar el testigo para esta nueva era post vertido. Un perfil reputado El nombramiento tiene lógica. Aunque su trayectoria en la compañía es relativamente breve, ya que data de 1999, Dudley ofrece un reputado perfil vinculado al sector desde hace 30 años. El hasta ahora director gerente de BP lleva 18 meses como miembro de la junta directiva, pero su papel más destacado fue la máxima responsabilidad de la compañía en Rusia, donde se labró un prestigio que, sumado a su nacionalidad norteamericana, contribuirá, según los expertos, a reconstruir la imagen de la petrolera, sobre todo en Estados Unidos. En este sentido, las esperanzas de BP se basan en que Hayward lleve en su maleta de despedida la ira que la crisis ha generado en la Administración Obama, en la prensa y en la población en general. Su gestión del desastre fue criticada desde el principio, pero tampoco ayudaron los errores de juicio cometidos desde la explosión del 20 de abril. Foco de críticas, el consejero delegado se presentó como víctima y dijo desear volver a su "vida anterior". Una declaración que quiso remendar con un exceso de optimismo sobre los avances en la detención del vertido, cuando los testarudos test científicos confirmaban que la del Golfo de México era ya la peor catástrofe natural de Estados Unidos. Su impopularidad alcanzó el clímax en su intervención ante el Congreso de Estados Unidos, donde los miembros de la comisión no mostraron piedad ante un compareciente al que acusaron de responder con evasivas. Si su situación era insostenible, se garantizó la estocada final tras ser descubierto en una regata de asueto organizada por JP Morgan, cuando se consideraba que debía estar al frente de los trabajos de sellado. En consecuencia, su salida era cuestión de tiempo. Su compromiso de restaurar la confianza y las garantías de la seguridad de BP cuando tomó posesión en 2007 explotó también el pasado abril. Tras intentar devolver la imagen de la compañía a la normalidad, en contraposición con el gusto por el lujo de su antecesor y mentor, John Browne, Hayward pasó la jornada de ayer encerrado en el cuartel general londinense. Su única tarea pendiente ya es fijar los términos de una salida con la que BP espera permita cerrar uno de los capítulos más desgraciados de su historia.