londres. El regulador británico ordenó un escrutinio constante sobre las operaciones de los cajeros de Royal Bank of Scotland durante los días más dramáticos de la crisis, hace ahora un año. La Autoridad de Servicios Financieros (FSA, en sus siglas en inglés) estaba preocupada por el temor que los rumores sobre la salud del banco habían generando entre los clientes. La evolución demostró que la reticencia tenía base. RBS registró las mayores pérdidas de la historia corporativa británica y ha quedado como símbolo del colapso bancario en Reino Unido. Participado actualmente en un 70 por ciento por el Gobierno, la entidad demostró la fragilidad de un sistema para el que en pocos días se había diseñado un plan de rescate.