Antes de la caída del régimen de Sadam, aquí se bombeaba el 40% del crudo iraquíkirkuk. En la colina, sobre la roca dominada por el castillo abasida, se camina entre los restos de 7.000 años de civilización. De los sumerios a los otomanos, pasando por la tumba del profeta Daniel o una casa cristiana del siglo VI. De los arcos de una basílica a las cúpulas verdes de cuatro mezquitas. Del harén de un comerciante a un mausoleo dedicado a Bogda, la joven hija de un jeque murió en el año 1300 en olor de santidad.Ésta es Kirkuk, que tiene 800.000 habitantes. Los kurdos la llaman "nuestra Jerusalén" y desearían que fuese su capital. "Aquí nació nuestra literatura y aquí se dan cita todos los estilos musicales y poéticos del Kurdistán: 16 formas de cantar a la vida, al amor y a la muerte", dice el periodista kurdo Tarek. Para los turcomanos, que mantienen estrechas vinculaciones lingüísticas con Anatolia, Kirkuk es el símbolo de la herencia imperial de la Sublime Puerta. Para el régimen de Sadam y los que lo precedieron en el último medio siglo, en cambio, la ciudad fue el objetivo de una intensa campaña de arabización.Abajo, en la llanura, los pies se hunden en el petróleo. Porque Kirkuk es madinat aldhahab alassawad, la ciudad del oro negro. Antes del derrumbe del régimen baasista, aquí se bombeaba el 40 por ciento del petróleo iraquí: 800.000 barriles al día transportados hacia la terminal turca de Ceyhan. Hoy, sólo se extraen entre 250.000 y 300.000, y los ataques de la guerrilla a los oleoductos son casi diarios.Quizás por eso, la industria energética no despega. La exportación de crudo se encuentra en dos tercios respecto al nivel que alcanzaba antes de la guerra. Y la idea americana de sustituir a Arabia Saudí por Irak como principal suministrador se ha desvanecido, mientras las multinacionales esperan con ansia la nueva ley petrolífera iraquí para volver a invertir en el país.Un rompeolas étnicoKirkuk es un rompeolas étnico, religioso y geopolítico. Pero las llamas que se alzan en los pozos, a 10 kilómetros de la ciudad, son un espectáculo grandioso, como lo era, en las crónicas de Babilonia, la historia del fuego perenne con el que aquí se alimentaban los hornos de Nabucodonosor. Los pozos arden como arde Irak, incendiado por la ocupación americana, víctima de conflictos étnicos y tribales.Es una realidad incandescente y casi escandalosa. En Irak están las mayores reservas petrolíferas del mundo, superiores a las reservas estimadas de Arabia Saudí, y Kirkuk fue la primera bomba de gasolina de Oriente Medio: el 15 de octubre de 1927, con un ruido terrible que resonó en el desierto, nació la industria iraquí del petróleo. A las tres de la madrugada, el pozo de Baba Gurgur comenzó a eructar columnas de crudo de 50 metros de altura, tras la perforación. Hicieron falta muchos días y miles de hombres para detener la marea negra que llegó a amenazar a la antigua medina.La historia de Kirkuk es la historia del petróleo árabe. Con el final de la Primera Guerra Mundial, los ingleses crearon la monarquía iraquí. A los franceses se les asignó Líbano, Siria y el 25 por ciento de la Compañía Turca de Petróleo (TPC). Así, el Irak contemporáneo fue una criatura del colonialismo europeo en busca de petróleo. De hecho, la TPC nació antes que el país, por iniciativa del armenio Calouste Gulbenkian, que, a finales del siglo XIX intuyó el potencial energético de Mesopotamia y redescubrió Kirkuk.Gulbenkian fue el padre fundador de la industria iraquí y diseñó sobre un mapa el acuerdo de la Línea Roja, por la que la TPC fue rebautizada como Compañía Petrolera de Irak. Sin embargo, en un crucero que hizo por el Mediterráneo quedó sorprendido con una nave que tenía una forma para él desconocida, con la chimenea en la popa. Preguntó al ver qué era aquello y su hija Rita le contestó: "Es un petrolero". El hombre que acababa de firmar uno de los mayores negocios del siglo nunca había visto un petrolero, ni había pisado Kirkuk.Minas antipersonaHoy, parar llegar a los pozos de la zona hay que superar los controles de los kurdos, evitar las 650 minas antipersona y afrontar el alto final del jefe de relaciones públicas de la Sharikat Naftal Shimal, una de las filiales de la compañía.En cada curva de la Historia, el oro negro de Kirkuk da y quita esperanzas a sus habitantes, pero, al menos por ahora, no distribuye auténtica riqueza. "Somos tan pobres como el camello que transporta todo el día oro sobre sus espaldas, pero por la noche tiene que contentarse con comer el agul, la hierba del desierto", dice un campesino.