Se calcula que hacen falta unos 8.000 millones de dólares para estabilizar el país, cuya situación financiera ha empeorado gravemente por el conflicto bélico que le enfrentó con Israel en veranobeirut. El séptimo día de ocupación del centro de Beirut, por séptima vez el camarero del Café París había terminado de limpiar el suelo, sabiendo, sin embargo, que ningún cliente iba a cruzar el umbral de la puerta. "Me estáis haciendo perder el trabajo", le decía al partidario de Hizbulá que, desde hacía una semana, había elegido la puerta de su local como puesto fijo de su protesta antigubernamental. "A mí, me bombardearon la casa", le respondió éste, y se puso a fumar el narguile (pipa de agua) que se había traído a la manifestación.Moderados contra radicales, independencia o tutela siria, política y confesionalismo... Ésos son los elementos de confrontación. Pero también hay lucha de clases en las grandes manifestaciones dirigidas por los guerrilleros Hizbulá, y en la ocupación del centro de la capital, a pesar de que el Gobierno y la oposición hayan vuelto a sentarse en la mesa de la negociación.En una país que siempre contó con profundos desequilibrios sociales y una deuda que las guerras hicieron subir hasta el 190 por ciento del PIB, el efecto que la inestabilidad tiene sobre la economía es catastrófico. A finales de noviembre, un informe gubernamental repasó los costes del conflicto, previendo que, en 2006, el Producto Interior Bruto del país bajaría cerca de un 5 por ciento. Porque, para el economista Marwan Iskander, sólo el bloqueo del centro le costaba 30 millones de dólares al día al sector privado.Los que siguen durmiendo en tiendas delante del Gran Palacio (la sede del Gobierno) y las familias con banderas y comida en las mochilas que participan en las manifestaciones masivas proceden de la periferia meridional de Beirut, del sur del país y del valle de la Bekaa. Es el proletariado chiita de las áreas más deprimidas de Líbano.'Sin alpargatas'A juicio de Hizbulá, su presencia en el centro de la ciudad debe tener el mismo efecto destructivo de clase que los mostazafin, los sin alpargatas de la revolución jomeinista. No es necesario, pues, que, al final de este conflicto (también de clase) el Gobierno de Fuad Siniora salga físicamente del Palacio del Sultán con las manos en alto.Según las agencias internacionales de rating (calificación de riesgo), Líbano ya está rodando hacia la situación CCC (supone un 75 por ciento de probabilidades de impago de las deudas contraídas). Como Belice y Cuba, a un paso del default financiero.La reconstrucción del centro de Beirut, un fantasma horrible de casas destripadas, iglesias mutiladas, mezquitas arrasadas, zocos y hoteles acribillados era el símbolo del renacimiento libanés tras 15 años de guerra civil. Ésa fue la auténtica herencia que dejó el ex primer ministro Rafik Hariri, asesinado hace ya dos años por la explosión de un coche bomba. Eran la prueba de que el Líbano de antes de la guerra, tolerante y multiconfesional, había vuelto a existir. Pero Hizbulá quiere acabar con lo que el difunto mandatario y su obra representan.Generalmente, el poder libanés es corrupto y basado en la continuidad de las mismas familias cristianas, sunitas, drusas y, en menor medida, chiitas. La riqueza y el poder de estas familias no pasa a las demás por ley o a través del Estado social, sino por su magnanimidad. Pero, en contra de los demás líderes políticos de la historia de Líbano, que eran corruptos, Hariri era sólo un corruptor.La narrativa que saca a la plaza Hizbulá es el rigor, la pobreza opuesta al consumismo que se vende como el único modelo occidental. Incluso el ex general Michel Aoun, aliado cristiano de los chiitas, se presenta como el patricio de costumbres sencillas. A sus partidarios, que hace 15 años lucharon en una guerra suicida pero valiente contra Siria, les cuesta ahora situarse al lado de Hizbulá (en el frente filosirio). Pero siguen estando a su lado, porque Aoun, hoy por hoy, "es el único líder cristiano que vive en un piso de alquiler".La última esperanzaLa última esperanza económica del Líbano era París 3, la tercera conferencia de donantes prevista para el 25 de enero. También ésta era una herencia de Hariri, cuya credibilidad internacional había permitido a Líbano acceder a un crédito de 4.000 millones de dólares en garantías y en créditos directos. Pero, tras la guerra del verano y la destrucción que ocasionó, la cifra necesaria para estabilizar Líbano es de 8.000 millones, aparte de la ayuda urgente de 1.500 millones que Arabia Saudí y Kuwait ya habían garantizado a Siniora mientras caían las bombas israelíes. Pero, al tiempo que los árabes del Golfo daban los fondos necesarios para defender la lira libanesa, Siria e Irán entregaban misiles a Hizbulá. Y ahora, nadie cree que pueda existir alguien dispuesto a creerles y ayudar a Líbano, una vez más.