Elecciones Generales 20N

El PSOE no cree en la victoria pero quiere quemar todos sus cartuchos



    Los socialistas no se rinden. Bajo el lema "Pelea por lo que quieres", el PSOE está más peleón que nunca, consciente de que esta batalla sólo la pueden ganar voto a voto, y quiere emular -y superar- la gesta de 1996, cuando tuvieron una "derrota dulce". En privado, sin embargo, nadie ve posible la victoria y muchos, incluso, se temen lo peor. Parece que todos se conformarían con tener un resultado digno, lo que se traduciría en no bajar de los 125 diputados de Joaquín Almunia en el año 2000.

    Nadie daba un duro por Felipe González en aquel mes de marzo de 1996 y se quedó a solo 1,2 puntos de José María Aznar. Ahora, el PSOE se ve en la misma situación que entonces, acorralados por los casos de corrupción entonces y ahora aplastados por una crisis que se ha llevado por delante buena parte de su crédito electoral a cuenta de cinco millones de parados.

    Los paralelismos con la situación de hace 15 años no acaban ahí y, por eso, Felipe González se ha puesto a las ordenes de Rubalcaba y está más presente que nunca en esta campaña. No se rinden.

    Así las cosas, la tarea se antoja todavía más colosal a partir del 21N, con un PSOE en reconstrucción que nunca se ha visto con menos poder territorial, después de perder las elecciones municipales y autonómicas de mayo.

    Pero ahora, igual que hace 15 años, los socialistas han decidido quemar todos sus cartuchos, en una campaña de movilización claramente a la ofensiva, con una deriva un tanto sentimental en los últimos días, en la que no han dudado en recurrir al miedo a la derecha para intentar atraerse votos.

    Aseguran en el PSOE que ese miedo a la derecha no es un cuento, sino que está fundamentado, y se remiten para ello a los ajustes que están emprendiendo las comunidades autónomas gobernadas por el PP.

    Más sombras que luces

    Y es que el PSOE afronta una de las campañas más difíciles de su historia con varios enemigos en el horizonte: el desánimo, la abstención y la dispersión del voto progresista, en una pelea titánica en la que no ha dudado en girar a la izquierda.

    A todo ello hay que sumar el hecho de que todos los indicadores económicos parecen haberse aliado en contra del PSOE, con el paro sangrando cada mes, incluso la EPA del verano, y la prima de riesgo desbocada.

    De hecho, la única noticia buena de los últimos meses para el PSOE ha sido el abandono de ETA de la actividad armada y, aunque su candidato no quiere utilizar el terrorismo como arma electoral, sus compañeros de partido no pierden ocasión en cada mitin al que va de atribuirle el éxito del fin del terrorismo.

    En campaña, se han concentrado especialmente en los indecisos que en otras ocasiones han votado al PSOE, a los que ahora les da igual quien gane, a los que piensan que "estos" (los socialistas) ya han demostrado que no valen o que no pueden y que es mejor que vengan los "otros" (el PP) para que lo intenten.

    Una estrategia que creen que les está dando resultados y que sólo en la primera semana de campaña les permitió recortar cinco puntos al PP, según sus encuestas internas, y colocarse a 8,9 de distancia.