Editoriales

¿Quién expía las culpas del BES?



    En Portugal el miedo es libre. Muchos portugueses han cancelado sus vacaciones y, los que no lo ha hecho, viven pendientes de las consecuencias que pueda tener la caída de un coloso como el BES. Sobre todo, aquellos que tienen su dinero en el Banco Espírito Santo, compraron acciones o invirtieron sus ahorros en deuda subordinada. El Gobierno de Pedro Passo Coelho, que se sabe en el punto de mira internacional, ha anunciando una fórmula de rescate novedosa, cuyo objetivo es que el ciudadano no pague ni un euro de su bolsillo por la quiebra de un banco. Es lo que corresponde en una sociedad en la que el inversor debe saber evaluar los riesgos.

    Lisboa inaugura así el mecanismo de resolución escrito por Europa, en el que el Estado rescata la entidad financiera, pero con fondos de los propios bancos. De esta manera, se salvaguarda el dinero de los contribuyentes. Lo pierde todo el gran accionista, como la familia Espírito Santo, Crédit Agricole... y otros fondos internacionales. También lo paga el inversor que compró deuda subordinada y que no supo ver los riesgos (o que los calculó mal) que una operación de este tipo comporta. El ahorrador debe ser responsable de sus inversiones y aprender a ponderar dónde mete su dinero. En ocasiones, como se ha demostrado, se asumen exposiciones excesivamente arriesgadas, ya sea por incultura financiera o bien llevado por un afán de enriquecimiento irresponsable. Pero hay que ser maduros, calibrar cada operación y, sobre todo, ser conscientes de que el Estado (que somos todos los contribuyentes) no está para pagar los errores de inversión de cada uno. El Gobierno luso hace bien en cerrar este paraguas. Los inversores deben analizar los riesgos que asumen, sin pretender cargar sus pecados al erario.