A lo largo del siglo X, cuando el feudalismo era el sistema de organización instaurado en Japón, la figura del Samurai –término que significa literalmente el que sirve– empezó a ganar relevancia en la sociedad nipona. La imagen del guerrero de elite que sabía manejar espadas de hoja curva y que se encargaba de la seguridad de las ciudades y de sofocar las revueltas que se pudieran generar contaba con la confianza del emperador de Japón.
Desde entonces, su ética y su código de honor fueron vistos como una forma de vida apropiada y digna por muchos de sus ciudadanos y su fama atravesó fronteras de tal modo que se acabó identificando su figura con la imagen del país... y ahora también con la de sus mercados financieros.