A principios de octubre el año todavía era fantástico para los inversores alcistas en petróleo: el barril Brent había vuelto a superar los 85 dólares por primera vez desde 2014, y la subida del 29% que había experimentado en el año hacía pensar que era más fácil volver a ver el crudo batiendo los 100 dólares que verlo caer por debajo de 50.
Sin embargo, con la llegada del décimo mes del año algo cambió, y los desplomes que se originaron entonces han hecho que desde los máximos del ejercicio que tocó el barril europeo en aquel momento su precio haya retrocedido un 39%. En el conjunto de 2018 el Brent ha caído un 21%, el primer año de pérdidas desde 2015.
El último trimestre ha resucitado viejos fantasmas. Todavía es fresco el recuerdo de las caídas que se iniciaron en verano de 2014 y que se alargaron durante casi dos años, haciendo perder al barril un 75% de su precio. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) pareció escarmentar ese año, después de ver al petróleo por debajo de 30 dólares en febrero, y recortó la producción de forma conjunta, también con algunos países que no forman parte del cártel, como Rusia. Desde entonces, este pacto ha sido una de las claves que ha impulsado el precio del crudo, y en 2018 ha sido determinante.