El 31 de diciembre a las 23:59 horas EEUU tiene una cita con el destino: deberá cuadrar las cuentas del estado, no sólo aumentando impuestos, sino también recortando gastos.
Poco a poco se está agotando el plazo. Y aunque, hubo un tiempo en el que había mucho miedo al impacto que podría tener el recorte de gasto público automático, parece que las tensiones se han ido relajando, porque los sectores (en teoría más afectados) lucen buenas recomendaciones. Es probable que todo el tiempo que llevamos hablando de estas rebajas hayan acabado por calmar las aguas.
Porque el debate sobre el fiscal cliff viene de lejos. En 2011, el Congreso de los Estados Unidos tomó la decisión de ampliar el techo de la deuda americana para poder incentivar la economía a partir del gasto público, y para relajar la presión fiscal sobre su clase media, o por lo menos esto último fue una de las formas como Barack Obama vendió la idea.
En su momento, se decidió que esta excepción terminaría justo en el momento de finalizar 2012, y fue la decisión que le valió al país norteamericano una rebaja de rating a su deuda soberana por parte de S&P y la alerta de Fitch de que también podría hacerlo.
Así, como un coche subiendo por una colina, impulsado -o por lo menos, menos presionado- por dos medidas que mantienen económicamente sanos a sus pasajeros, se enfila camino de un barranco que promete una caída de consecuencias no conocidas.
Pongamos que los pasajeros de este coche, llamémosles Thelma y Louise, reciben hoy los beneficios de las últimas leyes fiscales en EEUU. Thelma paga menos impuestos de los que hubiera pagado previamente y su renta mensual es superior; por otro lado, Louise trabaja para una empresa que ofrece servicios de producción para el ejercito estadounidense. Así, al llegar el final del año, el trabajo de Louise se ve amenazado por los recortes en el gasto público, mientras que Thelma tendrá que pagar más impuestos, por lo que su renta disponible se reducirá considerablemente, al igual que el consumo de ambas.
Por eso Wall Street está más preocupado que nadie, y más de una voz comenta que, si se activa el fiscal cliff en el cambio de año, la puesta en marcha de estas medidas podrían sacudir al país. Las opiniones difieren, y los demócratas y los republicamos (en su momento) plantearon distintas soluciones. Estas pasan por incrementar impuestos, o sólo recortar gasto público, o ampliar estas leyes que permiten elevar el techo de la deuda.
El problema son las elecciones, y es que ninguna solución será completamente agradable, pues de una forma u otra el estado tendrá que poner las manos en la masa en busca de cuadrar sus finanzas, y el coste político que podría tener el promover una política no popular puede costar una elección entera.
Claro que por tendencia política podríamos intuir que de ganar Obama y el Partido Demócrata el camino sería el de recortar lo menos posible el gasto público, pero dejar de lado las reducciones impositivas. Por otro lado, sucedería lo contrario con el Partido Republicano y Mitt Romney. Y a eso quedaría por discutir el gasto militar, que aunque no le parezca tan relevante, en EEUU es una industria más que importante, sólo el 10% del beneficio de General Electric proviene de ventas militares y su principal cliente en el país americano. De esta forma, en estas elecciones se juega una decisión inmediata que tendrá importantes consecuencias para el futuro próximo de la economía americana.
Aún así, quizá lo que sea inevitable gane quién gane, el gasto público deberá moderarse en EEUU, y lo primero que suele caer en este tipo de medidas es la construcción y las infraestructuras. Por eso deberíamos poner el ojo primero que nada en las empresas más ligadas a la construcción y al abastecimiento de materiales para el sector. Tanto es así, que esta semana (tras presentar resultados) Caterpillar ya avisaba que no podría esperarse que los beneficios de 2013 sean muy superiores a los de 2012, pues ya temen el golpe que significa el 'Fiscal Cliff', que asciende a 600.000 millones de dólares a ajustarse a partir del primer minuto de 2013.
Y no es la única empresa que ha entrado en campaña para adoctrinar a los políticos sobre los problemas que puede traer que se efectúen los recortes. Por ejemplo, los principales bancos americanos -Bank of America, Chase, Wells Fargo, Goldman Sachs- han enviado una carta conjunta al Congreso para expresar su preocupación sobre los daños económicos que puede traer consigo un ajuste tan duro.
Es probable que tengan algo de razón. En los últimos tres meses, el consenso ha deteriorado su estimación de beneficios para el ejercicio 2013, lo que ya entrega algunas pistas de que existe preocupación por lo que pueda suceder el próximo año. Y hay comparaciones por hacer. Empresas como Caterpillar con otras como Accenture - la primera recibe un recorte de más del 10% en su estimación de beneficio para 2013, mientras que la segunda se adjudica un aumento de casi el mismo 10%-.
Y es que ambas se dedican a distintas partes del proceso, mientras Caterpillar es maquinaria pesada -íntimamente ligada a la construcción- ya prevé que se construirá menos, y Accenture que basa el grueso de su negocio en la consultoría tecnológica (aunque con presencia en la funcionalidad de las infraestructuras) presenta un panorama completamente distinto. El mismo caso que sufre Caterpillar lo vive Deere.
Finalmente, el sector militar que podría ser otro de los fuertemente golpeados por el ajuste aún no recibe el descuento. Firmas como United Technologies, Boeing o Lockheed Martin (con una parte de los ingresos totalmente ligada al sector militar) se mantienen sin grandes cambios. El mismo panorama, pero menos directo por su mayor exposición internacional, vive General Electric que recoge el 10% de sus beneficios en ventas a la industria militar.