Facebook, JustEat, PayPal, eBay, Alphabet –la matriz de Google– o Amazon son algunas de las compañías a nivel global que mayores ganancias han generado en bolsa en los últimos años mientras tejían unas extensas comunidades de usuarios que, como ocurre con los casteller, cuantos más participantes suman, más alto apuntan. Son los ejemplos más claros de empresas que se benefician de la ventaja competitiva derivada del efecto red, por el que el valor de un producto o servicio para un usuario depende no sólo del producto o servicio en sí mismo, sino del número de usuarios que lo utilizan. Con el riesgo de morir de éxito o de responder solo a una moda, el reconocimiento de esta ventaja abre una oportunidad de inversión inigualable.
Muchos ya no recordarán la encarnizada lucha empresarial que, en las décadas de los 80 y los 90, protagonizaron VHS, de JVC, y Betamax, de Sony. Dos formatos de vídeo que ofrecían el mismo servicio aunque presentaban características diferentes e incompatibles y cuya competencia derivó en una batalla comercial histórica. Ganar esta guerra dependía de sumar más usuarios y, a su vez, de ser la tecnología elegida por más fabricantes de aparatos reproductores y por más distribuidores de cintas. Es decir, de hacer valer la ventaja competitiva que se deriva del efecto red. Hace menos tiempo, el DVD y el Blu-ray iniciaron una disputa similar. También Windows, de Microsoft, y Mac, de Apple. Y todavía más reciente es el choque entre el sistema operativo Android de Google, que usan la mayoría de los teléfonos inteligentes, y el iOS presente en los exlusivos iPhones.
Teóricamente, el efecto red es un concepto económico que recoge una idea sencilla: cuantos más miembros caen en la red de un servicio o producto, más valor tiene para un no miembro de esta malla que va creciendo en torno a ese servicio o producto, ya se trate de un cliente, de un proveedor o de un vendedor. En el caso de la guerra de los vídeos, más usuarios de uno de los formatos garantizaban extender su red, traduciéndose en más presencia en el mercado, generando automáticamente más demanda y aumentando su utilidad para todos los participantes. De la batalla entre VHS y Betamax salió vencedora la primera porque JVC, efectivamente, fue capaz de tejer una gran malla comercial con mayor rapidez. Una red que solo se deshizo cuando la aparición del DVD en 2002 la dejó obsoleta.
Este tipo de ventaja competitiva, que apuntala el éxito de un negocio garantizando una posición dominante y, en ocasiones, propiciando poder de fijación de precios, era más excepcional hace unas décadas, pero la aparición de Internet y de las grandes comunidades virtuales de usuarios la hizo más común, destapando una mina de oportunidades de inversión.
"No es específica de la nueva economía, pero una tecnología como Internet refuerza sus fundamentos y multiplica sus efectos", reconoce Jordi Canals Margalef, profesor del IESE, en un artículo publicado por ICE, en el que apunta que "de hecho, la popularización del propio Internet como una tecnología dominante en la sociedad no fue debida tanto a su adopción por parte de las empresas, como a la emergencia de organizaciones como Yahoo! –y Google posteriormente– que crearon a su alrededor comunidades de millones de personas conectadas entre sí a propósito de los servicios que estas plataformas ofrecen".
Uno de los sectores de esta nueva economía, en la que el efecto red es crucial, es de las plataformas que intermedian entre restaurantes y clientes, liderado por la británica JustEat. Esta ventaja competitiva propicia que más participantes –tanto restaurantes listados en las plataformas como usuarios/clientes- se traduzcan en un servicio de más valor que garantiza más ingresos y ha derivado en que, con excepciones como Alemania y Corea del Sur, "la mayoría de los mercados desarrollados ya han sido tomados por uno de los principales actores del sector, lo que propiciará intercambios de activos entre ellos, buscando consolidar estas posiciones y también competir con los nuevos servicios de entrega de comida a domicilio, como Deliveroo, UberEats o Amazon", explica el equipo de analistas de JP Morgan. Todo este contexto no ha pasado desapercibido en bolsa. JustEat se revaloriza un 200% desde que debutó en el parqué en 2014, y este año repunta un 10%.
Otro ejemplo de esta ventaja competitiva es la red social Facebook –repunta un 360% desde sus primeros pasos en el parqué– y, sobre todo, de una de sus últimas adquisiciones, el sistema de mensajería WhatsApp, cuyo atractivo depende directamente de la cantidad de personas que los utilicen, y que mantendrán esta posición dominante mientras no irrumpan otras tecnología que aporten valor añadido a los servicios que ofrecen, como ya le ocurrió al teléfono fijo o a los SMS. Este es uno de los principales riesgos a los que se enfrenta la compañía de Marck Zuckerberg, junto con "el delicado proceso de monetización del efecto red", según reflexiona Ana Jurado, directora de marketing de Tressis, quien considera clave la capacidad de una empresa como Facebook de obtener ingresos de su comunidad sin provocar un efecto expulsión por exceso de publicidad o por rechazo al pago de un servicio que antes fue gratuito.
Las ventajas competitivas que objetienen del efecto red Google y Amazon son tan abrumadoras que estos no parecen problemas que amanecen su estructura de negocio. La posición dominante del primero como buscador de Internet y del segundo como canal de venta online conllevan una trascendencia desconocida. La compañía de Jeff Bezos osa amenazar incluso a la propia Google. Según Scott Devitt, analista de la firma de inversión Stifel, "el incremento de las búsquedas online de productos en Amazon.com será un obstáculo para el crecimiento de los ingresos del buscador". Y es que, el volumen de búsquedas que se realizan en la página web del depredador del comercio online hace peligrar, "a largo plazo", los acuerdos de publicidad y patrocinio de las marcas con Google, según concluye el experto.