Si en algo coincidían los expertos a comienzos de año era en que el rally de la renta fija estaba llamado a tocar su fin. La expectativa de que las políticas expansivas de Donald Trump, unida a la recuperación económica en los países occidentales y la estabilización del precio del petróleo, había sido suficiente para provocar fuertes ventas de deuda. El punto de inflexión fue tal que, si a finales de septiembre el interés exigido a los bonos gubernamentales rondaba mínimos históricos, tan solo seis meses después, escalaba hasta situarse en sus niveles más altos de los dos últimos años.
Pero, desde entonces, las expectativas de inflación y de subidas de tipos se han enfriado progresivamente hasta el punto de que la deuda pública europea ya arroja ganancias por precio en el año (su rentabilidad, a diferencia de lo que ocurre con otros activos, se reduce conforme sube el precio). Además, desde los máximos de rentabilidad del año, la deuda pública europea arroja ganancias del 0,14% (en el caso de la deuda española, las recientes ventas la han devuelto a terreno negativo y genera pérdidas del 0,5%).