La plata lleva semanas asediada por los especuladores que esperan ganar con su depreciación. Las posiciones cortas en el metal precioso no han parado de aumentar desde finales de abril, hasta situarse en máximos históricos, tras superar recientemente el alto anterior, marcado en las jornadas previas al crash chino de agosto de 2015.
El metal es considerado como un refugio en contextos de elevada volatilidad, pero, a diferencia del oro, su demanda también tiene un componente industrial. Precisamente la debilidad de ésta, la mayor rentabilidad que ofrecen los bonos gubernamentales y el apetito que sigue generando la renta variable están detrás del ataque de los bajistas que queda recogido en los datos publicados semanalmente por la CFTC (Commodity Futures Trading Commission en inglés) de Estados Unidos.
Esta presión bajista ha llevado al precio de los futuros que cotizan sobre la onza de plata a caer un 12% desde su máximo anual, los 18,6 dólares de mediados de abril, hasta mínimos que no se veían desde principios del ejercicio, sobre la zona de los 16 dólares, a pesar, incluso, de la debilidad del dólar.
"Que los inversores sigan demandando renta variable ante el cambio de rumbo de los bancos centrales y el mayor rendimiento de la deuda hacen vulnerables al oro y a la plata", incide Joni Teves, analista de UBS. En la misma línea, Carsten Fritsch, de Commerzbank, reconoce que "el apetito por activos de riesgo está pesando sobre los activos refugio". Eso sí, Juan Ignacio Crespo, asesor del fondo de inversión Multiciclos Global de Renta 4, advierte que el incremento de los cortos "explica las caídas de las últimas semanas", pero no sirve para lanzar un pronóstico.
Un factor a tener en cuenta es que en el oro la presión de los cortos es menor y que, aunque cae, el descenso es menos brusco. Desde su alto de 2017, cuando rozó los 1.300 dólares, retrocede un 4%.