Tenemos capacidad suficiente para entrar en las denominaciones de Rioja y Jerez
Centenaria y originaria de Jumilla (Murcia), Juan Gil Bodegas Familiares cuenta con una producción de ocho millones de botellas anuales, de las que el 75 por ciento va a parar a mercados internacionales.
Mercados a los que vende los vinos que extrae de las diez bodegas que tiene en un total de ocho denominaciones de origen en nuestro país que pronto podrían verse acompañados de dos más.
Los planes de este grupo, cuyo nivel de inversión asciende a 30 millones de euros para los próximos cuatro años, pasan por entrar en las denominaciones de origen de Rioja y de Jerez, alcanzar los 16 millones de botellas de aquí a 2020, llegar a nuevos destinos internacionales, incluidos algunos nuevos de Asia, América Latina y África, y subirse al tren del enoturismo. Un proyecto que podría ver la luz en Jumilla el año próximo.
¿Cuándo y cómo quiere la compañía entrar en Rioja?
No nos metemos presión. Rioja siempre ha sido una gran ilusión y entendemos que ya tenemos la capacidad suficiente para poder acometer ese proyecto sin riesgo, por eso lo vamos a hacer. ¿Cuándo? Si pudiéramos lo haríamos este año, y si vemos que no se puede pues lo haremos al que viene o al otro. Hay que buscar el sitio y no perder bajo ningún concepto la filosofía de la familia. Respecto al cómo, bueno, si existe la oportunidad de comprar una bodega que cumpla con nuestros requisitos lo haremos, aunque sabemos que no es fácil encontrar una bodega que se puso en marcha pensando en hacer vinos de calidad, porque esas son precisamente las que funcionan y no se venden. Así que si no encontramos nada, iremos y haremos nuestra propia bodega.
Además del plan de Rioja, ¿tenéis pensado entrar en otra DO?
En Jerez. Entrar en Jerez es la ilusión de mi vida. Jerez es la denominación de origen, no sólo española sino a nivel mundial, que quizá más tradición tiene. Entendemos que es un vino absolutamente diferente desde el punto de vista vinícola y creo que debemos llegar a conseguir Jerez.
¿Cuál es la inversión calculada para conseguir esos objetivos?
Si todo sale según lo previsto estaríamos hablando de una inversión de 30 millones de euros en los próximos cuatro años. En ese tiempo, otro de nuestros retos es doblar la producción y pasar de los ocho millones de botellas actuales a unos 16 millones de botellas. A nivel de facturación, nuestra previsión de aquí a cuatro o cinco años es pasar de los 32 millones de euros actuales a los 50 millones.
¿Cómo conseguisteis surfear la crisis y doblar vuestra facturación de 2010 a 2015, en plena crisis económica y de consumo?
En 2008 empezamos a planificar lo que teníamos que hacer para sobrevivir a la crisis que nosotros estábamos viendo llegar, y decidimos aprovechar el hecho de tener distintas bodegas para aunarlas en un solo centro logístico, en Jumilla. Fue así como empezamos a crecer el doble, vendiendo vinos de varias denominaciones de origen, con una sola factura y a un mismo cliente. Eso nos generó una fortaleza tremenda, sobre todo en las exportaciones que en los últimos cinco años se han duplicado.
¿A qué países dirigís vuestras exportaciones?
Hace unos años nuestro mercado principal era Estados Unidos. Hoy, también lo es junto a Europa, donde ya estamos en Suiza, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Francia, Polonia o Rusia, a pesar de los problemas que este país tiene con Europa. Fuera de Europa estamos en Japón, China, Corea del Sur? La política fundamental de nuestra empresa es analizar qué países tienen potencial de crecimiento y dónde podemos diversificar para, si hay problemas en un mercado, dirigirnos a otros.
¿Qué mercados internacionales tienen potencial para vuestro grupo?
México, donde creemos que podemos crecer mucho, y Brasil, porque aunque está sufriendo mucho entendemos que hay que estar preparados y estar allí. Luego hay un país por el que siempre he tenido mucho interés, pese a su complejidad, estoy seguro de que es el país del futuro: La India. De cara a una siguiente fase para nuestras exportaciones, creemos que Colombia también tiene un gran potencial, porque allí la gente se está aficionando al consumo del vino. En África, ese potencial está sobre todo en Nigeria, ya que Angola está muy copado por los vinos portugueses; y en Asia, está en Vietnam y Tailandia, donde este año estamos aterrizando. Indonesia es interesante pero la regulación es complicada.
Con todas esas opciones, ¿la idea es aumentar las exportaciones?
Nuestra idea es diversificarlas. España es un país muy sensible a las crisis, por lo que creemos que destinar a nuestro mercado el 25 por ciento de nuestras ventas es una buena cuota. La idea es que ese 75 por ciento de nuestras exportaciones se diversifique, si es posible en cuotas de 8 por ciento para que nunca puedan poner en peligro la viabilidad de la compañía.
Fuera de España, ¿en qué canal vendéis?
Especialmente en hostelería, pero no perdemos de vista el canal alimentación porque todo está cambiando muy rápido. En España hoy es impensable, pero en Estados Unidos ya hay mucha gente que compra todo, incluido el vino de calidad, en las grandes superficies. Ahí lo que hay que hacer es trabajar la imagen de marca.
¿Y en España, a qué canal dirigís vuestras ventas?
El 100 por ciento de lo que vendemos en España es al canal de la hostelería, a catering a algunas tiendas especializadas en vino. Este año estamos planteándonos entrar en establecimientos de grandes superficies que optan por vinos un poco más premium y sobre todo por aquellas que compraban nuestros vinos en el extranjero para luego venderlos en España.
¿Siempre vendéis en botella?
Sí. Nunca en granel.
¿Y por Internet?
Sí. Tenemos nuestra tienda online, pero sólo servimos en España. En el extranjero vendemos nuestros vinos a través de otras plataformas.
¿Cuál es el plan de la compañía respecto al enoturismo?
Tenemos muy claro que nos vamos a subir a ese tren porque es interesantísimo. Hemos empezado en Jumilla, donde tenemos un proyecto que, si todo sale según nuestras previsiones, lo podremos en marcha el año que viene. Poco a poco lo haremos en las demás bodegas.
¿Barajáis abrir el capital de la empresa, ahora 100% familiar?
No. Sólo en el caso de que viéramos que no hay continuidad familiar venderíamos nuestro negocio. Pero vamos a trabajar y a luchar para que esa continuidad sí exista. Queremos estar siempre en el mercado, a unos precios razonables y dar al consumidor lo mejor al menor precio. Queremos estar aquí otros 100 años.
¿En qué momento la bodega decidió estar en tantas denominaciones?
Con el nuevo siglo. Entonces entendimos que si queríamos sobrevivir manteniendo la filosofía de una pequeña bodega, en un mundo donde los grandes grupos bodegueros ya estaban muy consolidados, teníamos que diversificar, haciendo bodegas en otras zonas y generando una economía de escala para poder competir.
¿Por qué vuestras exportaciones son tan potentes?
Porque cuando decidimos hacer vinos embotellados y dirigirnos a un nivel medio-alto para no trabajar en volúmenes y en primer precio, nos enfocamos a los mercados que entendíamos que tenían potencial desde un punto de vista de valor añadido y de imagen para la bodega y para Jumilla. La imagen de Jumilla en los años ochenta se empezó a asociar a vinos a granel y en los noventa era más fácil vender vinos de Jumilla fuera que dentro de España.
La primera bodega fue El Nilo. Después vendrían siete más. ¿Cómo hicisteis esa diversificación?
Bodegas El Nido nació en 2001 para hacer vinos de nichos altos. Luego fuimos a aquellas zonas que tenían un potencial cualitativo enorme a precios razonables y nuestra primera inversión se fue a Calatayud donde en 2005 creamos Bodegas Ateca. Ese año también recuperamos de unos socios nuestros la Bodega Can Blau. Luego vendrían Ateca, Atalaya, Tridente, Shaya, Lagar da Condesa y, en 2014, la primera fase de Morca en Zaragoza.