Un plan industrial en Panrico frente a la demagogia sindical
El actual consejero delegado de Panrico, Carlos Gila, un experto en reestructuraciones industriales y en el salvamento de empresas al borde de la quiebra, lleva en el cargo desde finales de septiembre.
En apenas un mes y medio, ha planteado sobre la mesa un plan industrial para salvar a la compañía que pasa, fundamentalmente, por reducir costes -se plantea una regulación de empleo que afectará a 1.900 trabajadores y una reducción de las nóminas para los que se queden de entre el 35 y el 45 por ciento- con un objetivo claro: garantizar la supervivencia de la compañía y poder lanzarse a la fabricación de marca blanca.
Joan Casaponsa, el directivo que le precedió en el cargo, había dejado una compañía al borde de la ruina, con sueldos estratosféricos en el equipo directivo, una flota de coches de empresas de casi 30 vehículos y carga salarial entre la plantilla que en algunos casos duplicaba casi al del resto de su competencia.
Ante esta situación, la cuestión no es si el plan de Gila es bueno o malo. El problema de fondo es otro. No hay ninguna alternativa posible, por lo que los trabajadores no tienen muchas opciones. O lo aceptan, o pueden cavar su propia tumba y arrastrar a la empresa hacia la liquidación.
Lo que no tiene ningún sentido en este momento es la demagogia sindical. Cuando las propias organizaciones sindicales han acordado una hoja de ruta con la dirección -la desconvocatoria de la huelga indefinida a cambio del pago de la nómina pendiente de septiembre- haya quien esté dispuesto a ponerlo todo en peligro a cambio de exigencias ridículas, planteando en las asambleas no se sabe muy bien qué lucha de clases cuando lo que está en juego es el futuro de una empresas y, por supuesto, de su plantilla.
Panrico está dispuesta a pagar la deuda que tiene con los empleados en tres plazos, antes de 15 días, y hay quien lo quiere todo ahora bajo la amenaza de paralizar la producción y llevar a la empresa a una situación que puede ser irreversible.
En el mercado se ha extendido el rumor de que algunos miembros del comité de empresa de Panrico podrían haber recibido dinero de alguno de sus competidores por llevar a la empresa a la quiebra.
Es algo, sin duda alguna, muy difícil de demostrar y que por ahora no dejar de ser eso, un rumor. Pero el sinsentido de algún sindicalista puede destapar la caja de los truenos. Panrico no es Pescanova. Es una empresa saneada. Pero si no reduce costes, es probable que acabe cerrando.