Cultura

Mónaco aspira a una nueva era dorada con la boda del príncipe



    MÓNACO (Reuters) - El escándalo y la tragedia han socavado el cuento de hadas del Principado de Mónaco pero sus habitantes esperan que la boda largamente esperada entre el príncipe Alberto y su novia sudafricana revitalice la descolorida joya de la Costa Azul.

    Su majestad el príncipe Alberto II, el gobernante de 53 años de la diminuta ciudad-estado de Mónaco y cabeza de la centenaria Casa Grimaldi se casará con Charlene Wittstock, de 33 años, este fin de semana en los jardines del palacio en una fastuosa celebración de tres días.

    Mónaco, el soleado rincón de los ricos, conocido sobre todo por su Gran Premio de automovilismo y la inexistencia de impuestos sobre la renta, está alborotado por las nupcias, que tienen lugar dos meses después de la boda real británica entre el príncipe Guillermo y Kate Middleton.

    Los monegascos, que sólo son unos 8.000, esperan que una deslumbrante nueva princesa reviva la suerte de Mónaco y el centro de juego de Montecarlo, que vive de su imagen como epicentro del lujo, los coches rápidos y las mesas de apuestas.

    "Ahora habrá una princesa", suspiró Martine Ruelle, que ha trabajado durante 20 años en un almacén de Fórmula Uno. "Trae a Mónaco dinamismo y una imagen muy bonita".

    La boda del sábado será la primera de un príncipe gobernante de Mónaco desde que el padre de Alberto, el príncipe Rainiero III, se casara con la actriz de Hollywood Grace Kelly en 1956, y los monegascos esperan que Wittstock pueda devolver parte del glamour que murió con Kelly en su accidente de coche en 1982.

    Alberto conoció a Wittstock (una ex campeona de natación cuyo pelo rubio champán y escultural figura suscita las comparaciones con Grace Kelly) en 2000, cuando presidía un concurso de natación en el que ella competía.

    Ansioso por deslumbrar al mundo con la nueva pareja, el Principado ha dispuesto dos toneladas de alfombra roja, un vestido de novia de Giorgio Armani, 3.500 invitados, incluyendo 20 jefes de estado, una cena preparada por el chef Alain Ducasse y un Lexus híbrido para los recién casados. Se ha promulgado un decreto animando a los residentes a decorar sus casas para el evento.

    Sin embargo, los rumores de que no todo va bien entre la pareja han amenazado con estropear los ánimos. El palacio ha negado vehementemente una información que publicó el martes el semanario francés L'Express que decía que Wittstock había intentado dejar la ciudad en un vuelo a Sudáfrica sólo de ida.

    La información decía que había sido necesaria una "persuasión infinita" por parte del príncipe y los miembros de su entorno para convencerla de que se quedara.

    ACONTECIIENTO FELIZ

    Durante semanas, se han izado banderas anunciando el enlace con el rojo y blanco de Mónaco en el famoso casino de Montecarlo y en casas privadas en Le Rocher, la pronunciada roca desde la que el principado mira al Mediterráneo.

    También se han dispuesto pantallas de televisión y vallas para la multitud que quiera ver la unión civil el viernes y la celebración religiosa del sábado.

    Se han perdonado las multas de aparcamiento recientes y el viernes será día festivo.

    La sonriente pareja posa en fotografías oficiales desplegadas por todas partes, desde las lujosas joyerías, boutiques de diseño y floristerías que rodean los hoteles de lujo de Montecarlo a un humilde almacén de herramientas en la calle Grimaldi, a lo largo del puerto.

    "Permite a la gente soñar", dijo Patricia Verrando, una encargada de baños públicos que trabaja a unos pasos del palacio.

    "Son gente sencilla y están muy cerca de sus súbditos. Soy muy patriota, y no se debe decir nada malo de la familia principesca".

    La monegasca (título con el que se distingue a los ciudadanos de Mónaco de aquellos que viven, trabajan o juegan aquí) dijo que planeaba animar a la pareja en su procesión y unirse a las celebraciones públicas: "Es algo que recordaré toda mi vida".

    Los lugares de lujo dependen de cierto grado de magia para mantenerse, y Mónaco no es una excepción. Gobernada por la familia Grimaldi desde 1297, la construcción del mito monegasco en la era moderna comenzó con Grace Kelly, la glamurosa estrella de cine que dejó su carrera para casarse con Rainiero, iniciando los días de gloria de esta zona de recreo para ricos.

    La muerte de Kelly fue un mazazo para Mónaco, y fue seguida por una serie de divorcios y escándalos que involucraron a los tres hijos de la pareja.

    El príncipe Alberto admitió haber tenido un hijo con una auxiliar de vuelo de Togo y otro con una mujer de California, mientras que sus hermanas Carolina y Estefanía han resistido una tormenta de atención mediática por sus escabrosas vidas amorosas.

    Otro mazazo llegó en 2005 con la muerte del resuelto Rainiero, que había imprimido su sello en el principado durante décadas.

    "En definitiva, es un acontecimiento feliz para Mónaco", dijo sobre la boda Ari Nicoladis, trabajador de hotel griego y largo tiempo residente de Mónaco. "Con este acontecimiento, intentarán olvidar".