Cómo se gana un Oscar: el curioso caso de Jennifer Lawrence
Hace dos años no la conocíamos de nada. Ni siquiera era una cara familiar en EEUU. Jennifer Lawrence, ganadora del Oscar a la mejor actriz de 2013 encarna el estereotipado ejemplo del poder monstruoso de la industria hollywoodiense para encumbrar y devorar a sus propios 'productos'.
Lawrence, de 22 años, es la segunda actriz más joven en hacerse con el galardón en esta categoría, desbancando a la estrella francesa Emmanuelle Riva, de 85 años, artífice de una complicada y exquisita interpretación en Amor, la cinta del austriaco Michael Haneke, también galardonada con una estatuilla.
¿Qué lleva a los académicos a coronar como mejor actriz a esta joven de exigua carrera? Desde luego, no ha sido su interpretación de Tiffany, una joven con trastorno mental en la intrascendente comedia pretendidamente 'indie' El lado bueno de las cosas.
Frente a una actuación fresca pero no más que correcta, han quedado en la cuneta los trabajos mucho más complejos acometidos por sus rivales en la nominación: Naomi Watts y su turista sorprendida por el tsunami de Lo imposible, Emmanuelle Riva y su personificación del amor, la enfermedad y la muerte en la ya citada Amor; y Jessica Chastain como la agente que dirigió la misión de captura de Osama Bin Laden en La noche más oscura. Entonces, ¿cómo ha conseguido Jennifer Lawrence el galardón más prestigioso de la industria cinematográfica mundial?
El camino hacia el Oscar
Cierto es que la chica apuntaba maneras. Hace dos años cosechaba su primera nominación al Oscar como mejor actriz por Winter´s Bone, película alabada por la crítica y de corte no comercial. Tras algunas apariciones menores en televisión y un par de filmes de serie B, Jennifer alcanzaba con 20 años el sueño de muchas intérpretes que le triplican la edad.
Tras esto, llegó el bombazo de Los juegos del hambre, saga literaria juvenil llevada al cine y en la que la intérprete de Kentucky era bendecida con el papel protagonista. Con las novelas de Suzanne Collins, Lawrence selló su pacto con Hollywood transformándose en 'carne' de la industria: joven, atractiva, talentosa y protagonista del último título revienta-taquillas.
El sorprendente trampolín de una comedia olvidable
La sorpresa llegó con El lado bueno de las cosas, una comedia presuntamente dramática que también ha catapultado como actor serio con su primera nominación a la estatuilla dorada a Bradley Cooper, estrella por obra y gracia de Resacón en Las Vegas.
La película fue estrenada en noviembre de 2012, fecha clave para ser considerada para los premios, y de no haber sido por ésta y otras estrategias de marketing, hubiera sido olvidada casi de inmediato. Al final, la carrera por el Oscar no es más que una carrera de promoción, y la productora que tenga un mayor presupuesto para hacer su película visible, y los actores más dispuestos a meterse en el fango publicitario, son los destinados a llevarse el gato al agua.
Ya lo dijo Naomi Watts: "La lucha está entre dos actrices, y yo no soy ninguna de ellas". La australiana, víctima de una pésima distribución de Lo imposible en EEUU y que no debió de poner demasiadas ganas en hacerse autobombo, sabía de antemano que la batalla estaba perdida.
Triunfo cantado
El triunfo de Jennifer Lawrence parecía cantado en todos los mentideros de Hollywood a una semana de la gran noche del cine en EEUU. El premio del Sindicato de Actores, que le fue concedido un día antes, terminó de dar impulso a la que parecía, de lejos, la candidatura más endeble de una categoría sobrecargada con apabullantes trabajos actorales.
Hollywood y sus académicos se la han jugado a una carta de riesgo. La de una actriz con talento pero con poco camino recorrido que podría convertirse en flor de un día. Dos años ha tardado el sistema en elevarla al olimpo de las estrellas, y resulta una incógnita el tiempo en que podría devorarla.
Sólo el paso de los años demostrarán si la sorprendente decisión de la noche del 24 de febrero fue todo un vaticinio, un Oscar a la carrera y los personajes que vendrán en el futuro; o un nuevo traspié hollywoodiense producto de la ceguera que habitualmente provoca el justiciero sol de Los Angeles y las joyas -verdaderas o de imitación- de sus cachorros.