“La humanidad ha llegado a la luna, y yo no he salido nunca de mi barrio”. Este mensaje que tanto me inquietó cuando lo escuché hace unos años en un brillante anuncio de televisión, y que hoy en día me convence y remueve, forma parte de nuestra sociedad actual. Sociedad obligada al cambio, a replantearse sus principios culturales, sociales e incluso empresariales, anquilosados y anestesiados por un cambiante estado del bienestar. No vale con aplaudir el éxito y logros de los otros, hay que empezar a ser parte protagonista de este movimiento de integración, sentirse parte activa del progreso humano. NUESTRO MERCADO ES EL MUNDO, frase contundente que no deja de repetir uno de mis referentes en el mundo empresarial. En una sociedad tecnológica, avanzada e interconectada, donde estamos a 10 horas en avión de cualquier parte del mundo, donde existen herramientas y plataformas como Skype, internet… no podemos limitar nuestra subsistencia empresarial y personal exprimiendo los panales exiguos de miel de nuestro entorno más próximo, debemos mandar a nuestras mejores abejas “recolectoras” a que indaguen en nuevos parajes, haciendo de este modo más fuerte la colmena.
Hace no mucho tiempo tuve el placer de conocer a Siul (utilizaré un nombre ficticio para salvaguardar su identidad y privacidad), un hombre relevante al que conocía por sus meritorios logros empresariales, y con el que poco a poco fui cogiendo confianza. Tal vez esta conexión vino motivada por la diferencia generacional que nos separa, pero que tuvo sentido al conjurarse el querer aprender de una de las partes con el saber escuchar de la otra (o las 2 a la vez incluso), o tal vez porque compartimos intereses comunes visualizados desde atalayas de conocimiento diferentes. En cualquier caso el vínculo surgió. Pasados unos días nos volvimos a encontrar en un foro de debate y surgió el tema de la internacionalización. Palabra en boca de todos, desgastada y devaluada como antaño la palabra innovación. Comenzamos una agradable conversación de la que comparto dos interacciones:
Siul.- Aitor, ¿qué te parecería si cambiásemos el concepto internacionalización por otro más profundo y comprensible como la “desfronterización”?.
Aitor.- Interesante. Me gusta la propuesta. Creo que recoge perfectamente la esencia de lo que se quiere expresar con el término internacionalización, y además le añade un aroma a apertura, a libertad y a un querer compartir desde un punto de vista totalmente sinérgico. Además, todo cambio es “emotivamente” y puede ayudar a entender el término desde otra perspectiva.
Siul.- ¿Y cómo vive la juventud de hoy en día la “desfronterización”? Soy conocedor de que hace relativamente poco tiempo te has incorporado al mundo laboral y puedes dar testimonio de primera mano.
Aitor.- Permíteme que para explicar este fenómeno empiece haciendo uso del Mito de Ícaro y Dédalo. Entiendo que hay bastantes paralelismos entre esta historia y el binomio juventud-desfronterización.
Como recordarás en la mitología griega:
“Ícaro es hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta, y de una esclava. Fue encarcelado junto a él en una torre de Creta por el rey de la isla, Minos.
Dédalo consiguió escapar de su prisión, pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los veleros, y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que Minos, el rey, controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor. Aseguró las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro, su hijo, observaba a su padre y a veces corría a recoger del suelo las plumas que el viento se había llevado, y tomando cera la trabajaba con sus dedos, entorpeciendo con sus juegos la labor de su padre. Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a volar.
Pasaron las islas de Samaos, Delos y Lebintos, y entonces el muchacho comenzó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y lamentando amargamente sus artes, llamó a la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído Icaria en su memoria. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia bajo el cuidado del rey Cócalo, donde construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios.”
El legado de Dédalo a los jóvenes me sugiere podría indicar que no hay que ser conformistas, hay que atreverse a volar, a soñar, aprender del pasado y de los que vivieron en él. Y sobre todo, que un trabajo constante, serio y voluntarioso trae consigo la consecución de resultados.
Por otro lado visualizo el vuelo inacabado de Ícaro como el viaje explicativo de las causas del miedo a desfronterizar por parte de la mayoría de los jóvenes. Primeramente tenemos el astro SOL, el calor que hizo derretir la cera de sus alas, esto podría representar el calor hogareño, la comodidad del NO cambio, el conformismo. En segundo lugar, la fuerza y el ímpetu con el que batía las alas como queriendo alcanzar el paraíso representan la propia naturaleza de la juventud, el vigor y la provocación desmesurada y el cuestionamiento continuo hacia lo establecido. Y en un último punto podemos encontrar el vasto mar, lugar donde perecieron las ilusiones y esfuerzos de Ícaro. El esfuerzo y afán de superación deberían convertir ese cementerio oscuro de galeones hundidos en una autopista sólida hacia el progreso y avance de las sociedades y colectivos.
Esta historia también me inspira a reflexionar acerca de la educación y del poder de transferencia cultural/educacional/empresarial del colectivo más experimentado hacia los jóvenes. Pero este debate lo guardo en el zurrón para otra ocasión…
¿qué te parecería si cambiásemos el concepto internacionalización por otro más profundo y comprensible como la “desfronterización”?
Pues me he quedado igual. ¿Por qué es más profundo? ¿Por qué es más comprensible?
La verdad es que me he quedado igual…
Creo entender el sentido de la diferencia. Me explico:
Internacionalizar es una invitación a transformarse como opción voluntaria de crecimiento individual, en sentido positivo de crecimiento deseable de una persona.
Desfronterizar lo veo como un reto a liberarse de fronteras de crecimiento, de romper cadenas de lastres, como un reclamo al individuo para que salga de su pasividad y zona de confort, una exigencia social de nuestro tiempo.
Espero sea de utilidad. Saludos.
Muy acertada interpretación Dario. Muchas gracias por leer y por aportar tu conocimiento. Un abrazo. Aitor
Interesante post el de Aitor.
Desde mi punto de vista, y completando a Dario, la internacionalización conlleva el cruzar FRONTERAS para vender tus productos y/o producir.
En la nueva y volátil realidad, son varias las fronteras que están desapareciendo (no solo las aduaneras).
Me gusta el termino “desfronterizar” para definir nuevas realidades que se dan ahora.
Muchas gracias por tu comentario Mikel. Saludos! Aitor