Un estrepitoso fracaso
He estado esperando a que pasara la jornada para tener un juicio más certero sobre la huelga general. Mi impresión es que su seguimiento es muy similar a la de septiembre pasado. Los sindicatos logran movilizar sus feudos tradicionales (industria, minería y puertos), pero fracasan en las grandes ciudades. Mi primera lectura es que los sindicatos no se han percatado de que el perfil de nuestro mercado de trabajo ha cambiado, que los ciudadanos ya no somos obreros, que tenemos que buscarnos la vida y adaptarnos a las condiciones del mercado, y estamos acostrumbrados a hacerlo para sobrevivir. Sin embargo, los sindicatos siguen apoltronados con sus subvenciones y su trabajo eterno, a costa de nuestros impuestos. Los ciudadanos queremos tener unos representantes que sufran por igual las consecuencias del mercado de trabajo para poder entender nuestras reivindicaciones. El resultado, por eso, es que logran principalmente la adhesión de los funcionarios, el único colectivo con empleo fijo. La única manera de crear empleo es flexibilizar sus condiciones para poder competir con otros países y eso es lo que ha hecho el Gobierno con su reforma laboral. Los sindicatos fracasaron en su segundo intento y ahora tienen un problema, no pueden dar marcha atrás, con lo que el riesgo es radicalizar las protestas.