Gracias, Manolo

Esta es la columna que jamás desearía escribir. La muerte de Manuel de Uniti, un sacerdote y periodista vasco, comprometido, inteligente, vivaz, el maestro y amigo al que siempre recurría para pedir consejo. Con él aprendí a escribir en un periódico. él me enseño a perseguir las noticias, a correr tras la actualidad y también a analizarla, en aquellas largas tertulias hasta las tantas de la madrugada, él me animó a irme a Londres cuando casi nadie valoraba el ingés. Fue precursor de tantas cosas. Tuve la suerte de visitarlo en el hospital, poco antes de que perdiera la consciencia, hablamos del trabajo, de la familia, de mis inquietudes, tenía planes de cambiar de casa.. Aún no me puedo creer que se haya ido para siempre. Por la Residencia Azorín, que dirigía, pasamos varias generaciones, que hoy informamos con una perspectiva cristiana, en todos los ámbitos del periodismo. Un gurpo de ellos trabajamos en elEconomista, en el que me aconsejó entrar cuando no era más que un nombre sobre el papel. Sé que, allá donde estés, seguirás nuestros, pasos, con la misma ilusión que nos viste nacer y nos animarás a tirar siempre para adelante. Gracias Manolo, por tu sincera y gran amistad.

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