La moda es apostar por la llegada de una nueva oleada de aversión al riesgo, vendiendo los activos menos seguros.
Perdonen que nos pongamos un poco pesados con la cuestión del riesgo, pero es que la locura alcista que nos invade en España recuerda bastante a algo que ya vimos en el año 2000; y, curiosamente, sucede con el Ibex en los mismos niveles. Si nos vamos a Wall Street, es el Dow Jones el que está a punto de batir su máximo histórico, aunque el Nasdaq todavía tiene que subir un 100% para recuperar de todo el daño que sufrió por el temerario desprecio del riesgo que practicaron los inversores a finales de los 90.
Los que no parecen dispuestos a repetir los viejos errores son los hedge funds. Irán mal este año, no darán unas rentabilidades muy brillantes… pero para escaparse de los batacazos se las pintan solos. El gran referente negativo para esta industria es la quiebra del LTCM en 1998; de ahí que ahora se haya puesto de moda una estrategia que consiste en hacer todo lo contrario de lo que hacía aquel fondo.
Según el libro Cuando el genio fracasó, de Roger Lowenstein, el LTCM había hecho una apuesta por el riesgo en todo el mundo. En cada operación de arbitraje, había comprado el activo más arriesgado; en cada país, tenía el bono menos seguro. Había hecho esa misma apuesta cientos de veces. Y entonces llegó la crisis rusa, que provocó una oleada de aversión al riesgo en todo el mundo: los operadores se salieron de todos los activos relativamente peligrosos en busca de refugios seguros. El LTCM quebró.
Ahora la teoría es que lo inteligente es hacer todo lo contrario, según el columnista del Financial Times John Authers. Es decir, apostar por la llegada de una nueva oleada de aversión al riesgo. El LTCM se ponía bajista en el activo más seguro y alcista en el más arriesgado, con lo que ganaba cuando el diferencial entre las rentabilidad de ambos activos se estrechaba. Es decir, cuando bajaba la rentabilidad del activo más arriesgado, como un bono basura (y subía su precio), y subía la rentabilidad del más seguro, como un bono del Estado (y bajaba su precio). Esto se produce cuando los inversores compran los activos más agresivos.
Ahora se trata de tomar la posición opuesta. Para beneficiarse de un retorno de la aversión al riesgo –que ocurrirá si EEUU entra en recesión, o si se hace realidad alguno de los numerosos riesgos geopolíticos actuales-, lo que hay que hacer es apostar por una ampliación de los diferenciales.
Un ejemplo muy claro es el de la deuda de los países emergentes: a pesar del alto riesgo político de muchos de ellos, la rentabilidad de sus bonos se sitúa menos de 200 puntos básicos (2 puntos porcentuales) por encima de la deuda de EEUU. Un diferencial históricamente bajo que se ampliará si los inversores vuelven a huir del riesgo. Y lo mismo pasa con los bonos basura. O con la bolsa, cuya valoración empieza a ser excesiva.
Ahora mismo, el desprecio por el riesgo que se aprecia en todos los mercados es tal que ofrece enormes oportunidades para tomar posiciones bajistas en los activos más arriesgados a precios muy altos y para comprar activos seguros razonablemente baratos. Y muchos hedge funds se han lanzado por ese camino. Ahora bien, si continúa la euforia actual, esta estrategia entrará en pérdidas o, en el mejor de los casos, será dinero muerto durante bastante tiempo.