La Fed no lo tiene tan fácil como lo cree el mercado y la reacción de Wall Street a la publicación del PIB americano nos deja perplejos.
Según las estadísticas del Departamento de Comercio, el crecimiento habría bajado con brutalidad del 5,6% en los primeros meses del año al 2,5% en el transcurso del segundo trimestre. Los economistas preveían un aumento del 3,1%. La desaceleración se explica esencialmente por una moderación del gasto de las familias y por un fuerte frenazo de la inversión de las empresas que ha pasado de un alza record del 13,7% en el primer trimestre a un incremento del 2,7%. La inversión inmobiliaria de las familias ha caído en un 6,3%.
Esto ha bastado para inyectar una buena dosis de optimismo en el mercado. Tras una campaña de resultados de empresas más bien favorable, los inversores están ahora convencidos de vivir en un mundo ideal: el crecimiento disminuye pero se mantiene lo bastante vivo como para mantener los beneficios y la Fed ha encontrado en los datos motivos para no aumentar los tipos en verano. Ambas ideas son muy contestables.
Suponiendo que los datos del PIB no sufran rectificaciones importantes, cabe recordar que la desaceleración del segundo trimestre interviene tras un crecimiento excepcionalmente fuerte a principios de año. Si juntamos el primer y el segundo trimestre, obtenemos un crecimiento anualizado del 3,2%, muy cercano al 3,5% registrado durante los cuatro trimestres anteriores. Es cierto que se modera el crecimiento pero es difícil evaluar lo que corresponde a un verdadero cambio de tendencia más allá de una corrección en el muy corto plazo.
Cabe recordar también que la mayoría de los indicadores económicos al margen del sector inmobiliario sugieren un crecimiento sostenido, incluso una aceleración, tras el frenazo de la primavera. Este panorama coincide con las expectativas de las empresas pero complica las previsiones económicas, ya que no sabemos si la fuerza de los indicadores anuncia o no un rebote significativo del PIB.
Tampoco existe mucha visibilidad sobre la inflación. El informe del PIB destaca el salto de la inflación subyacente desde una tasa anualizada del 2,1% hasta un 2,9% en el segundo trimestre. Es un dato lo bastante preocupante como para mantener la presión sobre la Reserva Federal. Los salarios también se están acelerando hacia una subida anual del 3%.
Se puede argumentar que la economía está lo bastante fuerte como para absorber estas presiones sin inflación adicional o que las fluctuaciones de la actividad a corto plazo no cuestionan una desaceleración en tendencia lo bastante importante como para moderar el incremento de los precios.
También se puede alegar que fijarse en la inflación y nada más que en la inflación con objeto de tomar decisiones sobre los tipos es la mejor estrategia para precipitar una recesión. Son ideas que defiende Ben Bernanke y que le han valido su reputación de "paloma". Podrían llevar al Consejo de la Fed a no aumentar los tipos de interés en agosto.
Eso sí, asumiendo el riesgo de encontrarse mal posicionados ante una economía que tardaría en seguir el guión. Si es así, no olvidemos que el mercado podría retirar su confianza en Bernanke tan rápidamente como se la concedió recientemente.