Después de las duras correcciones de mayo y junio, y del fuerte aumento de la volatilidad, cabría esperar un impacto negativo en las cuentas de los grandes bancos de inversión, tanto por las pérdidas cosechadas como por la caída de la negociación intermediada. Nada de eso. Merrill Lynch y JP Morgan han dado unos resultados mucho mejores de lo esperado en los últimos días.
La caída se produjo acompañada de un fuerte volumen, así que el negocio de intermediación no sólo no se ha resentido, sino que ha crecido con fuerza. Además, la fuerte actividad corporativa ha disparado los ingresos de la banca de inversión. Pero la mina de oro en el trimestre hay que buscarla en otro negocio: el capital riesgo.
En efecto, los gigantes de Wall Street se han sumado a la moda global del capital riesgo, que se ha convertido en la piedra filosofal de la inversión alternativa, hasta el punto de que los propios hedge funds están entrando a saco en este negocio. Todos los días aparecen noticias del lanzamiento de un nuevo fondo de capital riesgo o de que uno de estos productos ha recaudado cantidades astronómicas. Se estima que el sector tiene un tamaño global de 1,3 billones de dólares, más o menos lo mismo que los hedge funds.
Y a los bancos de inversión no les está yendo mal en la aventura, sino todo lo contrario. El más avanzado es Goldman Sachs, que se enfrenta a un inesperado problema fruto de su enorme éxito: su unidad de capital riesgo compite con los clientes potenciales de su banca de inversión en numerosas operaciones de compra, venta o fusión. Un ejemplo clarísimo fue la puja de Goldman con Ferrovial por los aeropuertos de BAA.
Vivimos grandes tiempos para el capital riesgo y, mientras duren, habrá grandes ganancias para todos. Pero los que han visto el rise and fall de la burbuja de Internet saben que esto no durará siempre y que entonces llegarán las distinciones entre buenos y malos. Y también que esta inversión tiene mucha más correlación con la bolsa que el resto de inversiones alternativas.