Cada vez más economistas están rindiéndose ante el claro mensaje que están lanzado los mercados de renta fija y variable: EEUU entrará en recesión en 2008. El primero fue -al césar lo que es del césar- el señor Alan Greenspan. Y ahora se suma otro peso pesado de la política norteamericana: el ex secretario del Tesoro Lawrence Summers.
Su receta es más bajadas de tipos, estímulos fiscales y mantener el crédito hipotecario. En un artículo muy políticamente incorrecto publicado ayer por el Financial Times, Summers asegura que el escenario de que la crisis "subprime" no va a tener un impacto importante en la economía ha dejado de ser el central.
Ahora, las probabilidades favorecen claramente una recesión en EEUU que ralentizará significativamente el crecimiento global. Y si no se toman medidas más contundentes que las adoptadas hasta ahora, Summers vaticina que el impacto de la crisis durará hasta el final de la década y más allá.
A su juicio, hay tres pilares de la crisis que han empeorado claramente en los últimos meses. Primero, el mercado inmobiliario, que se encuentra en caída libre desde unos niveles que parecían de suelo hace unos meses. La construcción de viviendas puede caer a la mitad el próximo año y hay futuros que predicen una caída de los precios de hasta el 25% desde máximos. No hay precedentes de una crisis de esta magnitud, pero "es difícil de creer que caídas cercanas a estos niveles no provoquen una drástica ralentización en el gasto de consumo, que es lo que ha impulsado la economía en los últimos años".
En segundo lugar, Summers se refiere a la crisis financiera, de la que sólo hemos visto una pequeña parte, en su opinión. El ratio de embargos se duplicará el próximo año según las estimaciones más conservadoras por la caída de los precios de la vivienda y la incapacidad de muchas familias para pagar la hipoteca. Asimismo, si todos los activos se valoran a precios de mercado (mark to market), hay unanimidad en estimar que las pérdidas del sector financiero serán varias veces superiores a los famosos 50.000 millones de dólares estimados por el Gobierno de EEUU. Eso, sin contar las pérdidas en tarjetas de crédito, créditos para comprar coches o el papel comercial.
En tercer lugar, duda de la capacidad del sistema financiero para proporcionar en este entorno el crédito necesario para que se mantenga la inversión, lo único que puede mantener el crecimiento económico. Los bancos tendrán que recortar el crédito en un entorno de caída del capital por las pérdidas en activos de crédito, inclusión forzosa en sus balances de estos activos sin valor y caída de la confianza en los financiadotes tradicionales.
A todo esto hay que sumar la caída del dólar, la subida de la energía, las incertidumbres geopolíticas y el menor crecimiento global al quedarse sin el gran importador internacional, EEUU.
Una vez conocido el problema, Summers pasa a las soluciones. Afirma que la prioridad debe ser restaurar el funcionamiento normal del sistema financiero y minimizar los daños a la economía real. Para ello, propone tres pasos concretos. Primero, que la Fed reconozca que los niveles de tipos que eran neutrales cuando el sistema financiero funcionaba ahora son contractivos (es decir, que baje los tipos). Con el fin también de mantener viva la demanda, propone una política fiscal expansiva mediante el gasto público o los beneficios fiscales a las rentas medias y bajas.
Segundo, adoptar una estrategia para solucionar la contracción del crédito. Pide soluciones imaginativas, pero no le gusta nada la idea del superfondo para rescatar los activos hundidos, al que acusa de falta de transparencia y de respeto por el mercado, y al que compara con las prácticas bancarias de Japón a principios de los 90. Tercero, mantener la demanda en el mercado inmobiliario, para lo cual pide que el Gobierno, a través de Freddie Mac y Fannie Mae o directamente, mantenga el flujo de crédito hipotecario para los compradores solventes. Y también pide un sistema estándar para reestructurar las hipotecas a las que los ciudadanos no pueden hacer frente.
A su juicio, es posible que no sea suficiente para evitar la recesión, pero es más de lo que se está haciendo hasta ahora. Como colofón, una frase para la posteridad: "La confianza volverá el primer día en que un informe oficial sobre la economía resulte ser demasiado pesimista".