Con el dólar en mínimos históricos, no sólo contra euro sino contra todas divisas, crece la tentación de cuestionar el consenso bajista y volver a comprar la divisa norteamericana. No faltan argumentos para ello. En primer lugar, sabemos que el mercado de divisas se mueve a corto plazo por las expectativas sobre la variación de los tipos de interés.
Eso quiere decir que los niveles alcanzados estos días ya incorporan un recorte significativo de los tipos por parte de la Fed, probablemente de hasta 0,75 puntos antes de finales de octubre.
Si añadimos que la divisa americana está sobrevendida y que el mercado puede sobreestimar el nivel de los tipos en Europa dentro de los próximos 3-6 meses, no podemos excluir un rebote serio de dólar en contra del consenso. La cuestión es hasta dónde y por cuánto tiempo.
Los traders tienen la costumbre de decir 'the trend is your friend' (la tendencia es tu amiga), una manera hermosa de subrayar el peligro que supone abrir una posición en contra de la tendencia del precio de un activo. Y en el caso del dólar, no cabe duda de que la tendencia a largo plazo es bajista. Por lo tanto, si no podemos excluir un rebote a contra pie del consenso, el tema es hasta dónde y por cuanto tiempo.
Sabemos que a medio/largo plazo, las divisas no se mueven por las expectativas de tipos, sino por el crecimiento estructural de los precios y del PIB, la fuerza o debilidad de la balanza por cuenta corriente y los flujos de capital que sostienen dicha balanza. En el caso de Estados Unidos, la fuerza del crecimiento estructural no basta desde 2002-2003 para sostener a la divisa, dado el tamaño del déficit corriente o la tendencia a largo plazo de la inflación.
Imaginar una ruptura de esta lógica es difícil: ni el crecimiento, ni tampoco la inflación se prestan al optimismo. Al revés, contribuirán a un ajuste más profundo si se confirma que la debilidad del dólar va a ayudar a las empresas a buscar fuera el crecimiento que no tendrán dentro del país después de la crisis subprime.
El tema de la balanza corriente es más complejo y nos puede traer sorpresas. Primero, por la reducción adicional del déficit comercial que supondrá la desaceleración económica de Estados Unidos respecto al resto del mundo. Dicha reducción podría ser una señal positiva para la divisa. Y segundo, por las consecuencias de lo que llamamos el 'desapalancamiento' de la economía global. Ya lo vimos en agosto: el aumento de la aversión al riesgo y el cierre de los 'carry trades' abiertos en yenes bastaron para impulsar el billete verde por una simple repatriación de las posiciones especulativas abiertas en las divisas débiles: yen y franco suizo.
Si prosigue dicho desapalancamiento, se podría reflejar de una forma inesperada en subidas del dólar y del yen. El euro sería el perdedor del partido entonces. Puede ser, pero este escenario es demasiado arriesgado para que un inversor valore tomar posiciones alcistas en el dólar sin tener anteriormente 'algo' en los gráficos que le indique un cambio de rumbo de la divisa.