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Y donde dije digo, digo Diego

Carlos Doblado para Bolságora
21/05/2006 - 23:44

El problema no es empresarial, olvide ese discurso en momentos como estos donde la cuestión es típicamente financiera, de percepción del riesgo. La historia nos demuestra que los que miran a las empresas normalmente no escuchan suficientemente al mercado.

La vida de un inversor en el mercado financiero, como la de un analista, no es fácil, pues está siempre tratando con algo que puede cambiar completamente en jornadas. Por ello tengo dos obsesiones: reconocer mis errores y reclamar mi derecho a cometerlos. El mercado es un ágora, un ser social, y no enfocarlo así, como algo caprichoso y en muchas ocasiones puramente emocional, significa estar muy lejos de la realidad. No somos más que mendigos en esta tierra.

Hasta la pasada semana, y a lo largo de muchos meses, me he mostrado muy optimista para la renta variable. Incluso he visto con buenos ojos que por fin suban los tipos a largo plazo (solucionando el misterio del que hablaba nuestro ya añorado Alan Greenspan). En un escenario de aterrizaje suave para la economía norteamericana las cosas podían discurrir por ahí, pero para creer en él resultaba indispensable vislumbrar el final de las subidas de tasas a corto plazo tal como le he ido contando. Eso se ha alejado mucho.

Al mercado no le gusta la posición de Bernanke al frente de la Fed. Se le percibe como alguien demasiado pendiente del mercado en un momento en que se reabre el debate sobre si resulta posible un aterrizaje suave en la economía norteamericana. El mercado especula ahora con la idea de un aterrizaje de emergencia, de la posible moderación del crecimiento combinada con alta inflación. La crisis de confianza llega cuando se empieza a manejar la posibilidad de que las alzas de tipos no se deban tanto al citado binomio crecimiento/inflación como a las necesidades de Bernanke de dar una vuelta de tuerca a los tipos para mostrar quien manda aquí. Es por ello que la posibilidad de nuevas alzas de tipos no está alentando al dólar sino debilitándolo.

Y eso está generando un problema típicamente financiero para el mercado, un problema emocional, si quieren, lo que ha disparado la volatilidad y las primas de riesgo. Pero cuidado con desmerecer este tipo de cuestiones, que en el mercado pasa como con el amor, uno no sabe hasta dónde puede humillarse hasta que está de rodillas pidiendo caridad. Cuidado con escuchar a los siemprealcistas, no se olvide nadie de que ese discurso se llevó por delante a muchas carteras entre 2000 y 20002. Es cierto que hoy las empresas ganan mucho más dinero, y por tanto que están mejor preparadas para el futuro, pero además de las cuentas de las empresas hay que mirar al mundo en el que éstas van a trabajar porque el futuro es muy incierto y además puede quedar más lejos de lo que pensábamos (de nuevo viene bien echar la vista atrás y repasarse todo lo que se decía sobre el futuro y la tecnología en 1999 y 2000).

No estoy diciendo que vayamos a ver algo aquello, ni muchísimo menos, yo no lo sé. No olvidemos sin embargo que eso que hoy vemos tan claro no lo advirtió casi nadie hasta que ya fue demasiado tarde para reaccionar. Esta es la grandeza del mercado y al tiempo su miseria, que es como lo del cuento de Pedro y el lobo, te va dando sustos que al final no son nada hasta que un día te mata de uno de ellos por no haber reaccionado sistemáticamente a todos. Y reacción es lo que piden siempre los mercados, menos análisis y más coherencia con la única realidad indiscutible que son las tendencias. Venda otro poco de su cartera, las cosas han empeorado otro poco más.