Desde hace tres semanas, Bolságora está insistiendo en las sorpresas amargas que nos puede traer la onda expansiva del desplome del petróleo. En una versión 'light', la vuelta al crecimiento económico no hace más que cerrar un ciclo de expectativas: ¡Adiós al aterrizaje suave y hola al despegue suave!
Es lógico que le cueste al mercado cambiar sus referencias: la transición de un escenario a otro se traduce en una subida de la volatilidad y una posible consolidación después de una segunda mitad del año gloriosa. Por lo tanto, no nos debe sorprender el hecho de que le cueste mucho al mercado superar sus máximos recientes, si recordamos que el propio Dow ha subido un 17% desde sus mínimos de julio, por no hablar del 22% de un Nasdaq que se ha ganado el derecho a descansar, pese a las potentes señales alcistas que nos mandaba la semana pasada.
Desgraciadamente, nuestro amigo Mister X nos recordaba no hace mucho que este camino también nos puede llevar a tierras totalmente ignoradas por la mayoría de los analistas, que no creen en el poder de la economía. Merece la pena repetir su argumento: si se verifica que Estados Unidos abre otro 'microciclo' económico a partir de una tasa de paro inferior al 5%, no se podrán descartar más tensiones del mercado laboral, con el correspondiente impacto sobre los salarios y los costes laborales.
Y eso es algo que la Fed vigila de cerca desde julio, pese a toda su retórica sobre el aterrizaje suave y demás. Y es algo con importantes efectos colaterales sobre la inflación subyacente, la curva de tipos, los márgenes de las empresas y hasta el dólar, si el vigor de la demanda interna reabre la cuestión del déficit comercial.
Es cierto que todavía no estamos ahí y que hasta el propio Mister X no hablaba de riesgos inmediatos, sino para la segunda mitad de 2007. Hoy por hoy, no tenemos los argumentos -técnicos o fundamentales- para cuestionar la tendencia alcista del mercado, más allá de un alto en el camino; un ajuste para rebajar el optimismo del mercado hasta niveles más consistentes con la continuidad de la recuperación.
Ése es el mensaje que nos manda la última encuesta de sentimiento de Wall Street (ver el gráfico abajo) y la manera más intuitiva de interpretar el mercado si confiamos en el análisis técnico o en las (decentes) previsiones de beneficios.
Pero las dudas de Mister X nos recuerdan dos cosas útiles, incluso si nuestro amigo se equivoca sobre las consecuencias. Primero, que 2007 no es 2006. En 2006, la renta variable se apoyó en el brillante crecimiento de las empresas y en unas sólidas expectativas del fin del ciclo de endurecimiento monetario. Ahora está creciendo la probabilidad de que 2007 se mueva en el entorno opuesto: menos beneficios -pese al crecimiento económico- y temores a unos tipos de interés más altos.
Segundo, este cambio drástico de perspectivas tiene efectos colaterales sobre dos variables que han sido los poderosos motores de la recuperación: los márgenes de las empresas y los rendimientos de los bonos. Ambas muestran una desviación importante respecto a la tendencia, y 2007 podría ser el año de la normalización: es decir, una caída de los márgenes y una subida aún más fuerte de los tipos a largo. Hay que tener cuidado de que los argumentos que hoy mantienen el optimismo no se vuelvan en contra de los inversores en el curso del año bursátil.