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La decepción del 'Teléfono de la Libertad': el smartphone de la ultraderecha

    Foto: The New York Times

    Pablo Escalona

    La imagen de marca es vital para el posicionamiento de una empresa. No obstante, no hay nada mejor que la viralización de un producto. Hoy en día, no es un secreto que la publicidad ataca directamente a los sentimientos del comprador y, precisamente, la historia del 'Teléfono de la Libertad' (Freedom Phone) es un gran ejemplo de ello.

    Erik Finman, un emprendedor de 22 años que se autoproclama el magnate del Bitcoin más joven del mundo, lanzó un video promocional en Twitter sobre el teléfono que "liberaría a los estadounidenses de sus amos de las grandes compañías tecnológicas".

    Se trataba de un video cargado de sentimentalismo, que apelaba al patriotismo ayudado de un sinfín de banderas de EEUU y una música conmovedora. Asimismo, referenciaba a antiguos presidentes como Abraham Lincoln y Donald Trump. Una perla audiovisual que no podía recibir menos de las 1,8 millones de visitas que obtuvo.

    De esta manera, consiguió atraer la atención de grandes analistas conservadores, que rápidamente convocaron a la masa ultraderechista a adquirir este teléfono de 500 dólares. El llamamiento funcionó y Finman consiguió miles de pedidos.

    El fiasco del móvil patriótico: ni siquiera era americano

    Hasta este punto, se puede considerar a Erik Finman como un genio del marketing. Sin embargo, la realidad es que andaba muy lejos de ser un gran empresario. Su falta de previsión y la mala gestión de prácticamente todos los aspectos que exige un emprendimiento llevaron al 'Teléfono de la Libertad' a convertirse en un fiasco.

    En primer lugar, el modelo de fabricación de Finman, básicamente, era una estafa. Simplemente creó un software propio y lo introdujo en un smartphone barato comprado en China. Obviamente, las quejas de los clientes al enterarse de esta situación no tardaron en llegar.

    Del mismo modo, el joven emprendedor no había previsto que los productos vendidos hay que hacérselos llegar a los clientes, por lo que tuvo que encargarse él mismo de empaquetar y enviar los teléfonos a los compradores.

    Por supuesto, una empresa que recibe tal cantidad de quejas necesita un servicio de atención al cliente. Así, que a Finman no le quedó otra opción que contratar a algunas personas.

    Por otro lado, un negocio que vende miles de unidades de su producto en periodos tan cortos de tiempo necesita de alguien que se encargue de las cuentas y recolecte impuestos. Como ya era de esperar, esta tarea también cayó en las manos del joven.

    Es de admirar el valor de Finman de entrar en un mercado con unos competidores tan férreos, valorados en miles de millones de dólares. Sin embargo, un modelo de negocio que simplemente se basa en la aversión de tu público objetivo hacia las compañías de Silicon Valley no es apto para competir en el sector.