Televisión

Sin linchamiento no hay paraíso, o cómo los padres de 'Sálvame' han perdido el favor del público


Martín Alegre

Los malos resultados de Cuentos chinos, Sálvese quien pueda o La familia de la tele obligan a sus creadores a reflexionar sobre el fin de un modo de hacer televisión. El abrupto y polémico final de Sálvame avanzado por Informalia dejó en suspenso un debate profundo y necesario que aún sigue sin resolverse del todo. Ese debate gira en torno al papel que jugaron Óscar Cornejo y Adrián Madrid, fundadores de La Fábrica de La Tele, una productora que en su día fue sinónimo de éxito rotundo, influencia televisiva y audiencias masivas.

Sin embargo, con el paso del tiempo, su estrella se ha ido apagando, y el panorama actual muestra un escenario muy distinto. La productora, ahora rebautizada como La Osa Producciones, no logra encontrar su sitio en una televisión en constante transformación. El público, cada vez más exigente y expuesto a una oferta de entretenimiento diversa, demanda formatos novedosos, frescos y adaptados a las nuevas sensibilidades. En ese contexto, el otrora eficaz tándem formado por Cornejo y Madrid parece no dar con la tecla adecuada para reconquistar al espectador.

Tras la cancelación de Sálvame, sus creadores supieron manejar el relato público con habilidad. Capitalizaron un discurso victimista en el que se presentaban como víctimas de una purga política, perseguidos por ser "rojos y maricones", planteando el final del programa como una cuestión ideológica más que como el resultado del desgaste del formato o la pérdida de audiencia. Esta versión caló en ciertos sectores de la sociedad y generó una ola de solidaridad con el equipo del programa. Muchos de los críticos no habían visto Sálvame o algunos de sus derivados de prime time como el DeLuxe, y describieron esa televisión maleducada, cotilla, linchadora, de retórica violenta y con la conducta de una jauría contra el famoso de turno como ejemplo de "la televisión del pueblo", una especie de evocación de aquel feísmo tan eficaz como antiestético, convirtiendo el "arte pop" o material "vintage" sus productos.

De hecho, muchos de sus tertulianos —antaño figuras mediáticas polémicas e incluso denostadas— comenzaron a gozar de una suerte de revalorización cultural. Se convirtieron en iconos posmodernos, fueron invitados recurrentes en espacios como el programa de David Broncano, teloneados (el día del estreno de La familia de la tele y del absurdo desfile) por Cayeyana Guillén Cuervo y Paloma del Río, celebrados en alfombras rojas y homenajeados en podcasts de autor, incluso por creadores que posiblemente nunca fueron grandes consumidores del programa.

Sin embargo, ese reconocimiento tardío fue más simbólico que real. El éxito comercial no los acompañó en esta nueva etapa. Y sin dato no hay paraíso. Porque no hay más justificación posible para este producto y no digamos en una tv pública) que ganar la partida de la audiencia: si no tiene espectadores, ni eres servicio público, ni das buena imagen, tiene a RTVE dividida, a los trabajadores en contra y encima el programa vale un dineral...

La crisis comenzó con el evidente desgaste de Sálvame en sus últimos años. El programa, que durante más de una década marcó el ritmo de las tardes televisivas en España, perdió el favor del público, atrapado en dinámicas repetitivas y fórmulas que ya no sorprendían. Tampoco ayudó la polarización de Mediaset con Rocío Carrasco y sus dos temporadas del docudrama, que pertenecen al universo Sálvame (producido por La Fábrica de La Tele).

El estrepitoso fracaso de Cuentos chinos

La confirmación del declive llegó con el estrepitoso fracaso de Cuentos Chinos, un proyecto que se presentó como heredero natural del estilo de Sálvame, pero que no conectó en absoluto con la audiencia y fue retirado rápidamente de la parrilla. A esto se sumó la decepción de Sálvese quien pueda, una suerte de spin-off documental lanzado en Netflix. Aunque la primera temporada tuvo una acogida aceptable, la segunda no mantuvo el interés, y la plataforma decidió no renovarla debido a los discretos datos de audiencia. El intento de trasladar el universo Sálvame al entorno del streaming, con una narrativa más cuidada y cierto aire de autohomenaje, no funcionó como se esperaba.

Otro proyecto que tampoco logró sus objetivos fue Ni que fuéramos Shhh, que tuvo una presencia muy discreta en la televisión digital y no superó el 2 % de share. La fórmula de tertulias desenfadadas y tono provocador ya no parece tener el mismo impacto, especialmente en un ecosistema mediático mucho más segmentado. Por su parte, Carlota Corredera, Kiko Hernández y Tentáculos, una propuesta que pretendía innovar en el entretenimiento vespertino, apenas rozan el 1 % de audiencia, lo cual indica con claridad que el modelo de contenidos necesita una revisión profunda.

En medio de este contexto de fracasos y desconexión con el público, se estrenó La familia de la tele, un proyecto concebido para recuperar el espíritu de Sálvame desde una óptica más actualizada. No obstante, las expectativas chocaron con la dura realidad de las cifras. Aunque los responsables del formato confiaban en que la buena acogida en redes sociales se tradujera en éxito de audiencia, los datos no acompañaron. Las redes pueden generar la ilusión de un apoyo masivo, pero eso no siempre se convierte en espectadores reales frente al televisor. Y eso sin publicidad y con un apoyo promocional nunca visto: el desfile inaugural, Belén Esteban en la final de la Copa del Rey de fútbol (lo más visto), visitas a Broncano y hacer el previo de Eurovisión. Pero no funciona.

Esta caída no se debe exclusivamente a la pérdida de talento o a errores puntuales de estrategia. En realidad, la televisión ha cambiado, al igual que los hábitos de consumo. Hoy, el público busca experiencias personalizadas, contenidos más breves y formatos alejados del conflicto permanente que caracterizó a Sálvame. El estilo provocador, polémico y excesivo que los catapultó al éxito ya no resulta tan efectivo. Lo que en su día fue rompedor, hoy puede parecer agotador o incluso anacrónico. Tampoco ayuda el hecho de que la competencia esté más fragmentada, con pequeñas cadenas que presentan alternativas innovadoras y plataformas digitales que captan la atención de públicos jóvenes y diversos. La televisión tradicional, especialmente en la franja de tarde, es un territorio cada vez más difícil de conquistar, y ya no basta con una buena campaña en redes para lograrlo. Así, el panorama de La Osa Producciones es, en estos momentos, complejo. El reto al que se enfrentan Cornejo, Madrid y su equipo no es solo recuperar la audiencia perdida, sino también entender cómo ha cambiado el espectador y qué tipo de contenido está dispuesto a consumir. Reconectar con el público requerirá creatividad, trabajo y una dosis de humildad para asumir que el modelo que un día funcionó ya no basta. El fin de Sálvame no solo marcó el cierre de una era, sino que debió ser el inicio de una profunda reinvención para sus creadores.

Sin linchamiento no hay paraíso: Madrid y Cornejo ganaron millones de euros

Madrid y Cornejo ganaron millones de euros gracias al linchamiento de terceros —como en Aquí hay tomate, cuando aún eran empleados, no empresarios— o incluso a través del espectáculo de su propio equipo en Sálvame. Pero ahora no logran funcionar sin recurrir a ese recurso, como lo demuestran sus recientes fracasos en Telecinco (tras ser advertidos por el nuevo CEO, Alessandro Salem), Netflix o RTVE. Tampoco les funcionan los viejos teatrillos, como se evidenció la semana pasada: Belén Esteban amagó con abandonar el plató, Kiko Hernández intentó mostrarse emotivo, e Inés Hernand y Aitor Albizua se confesaron desnortados. El cebo de la irrupción de altos cargos de RTVE resultó, simplemente, lamentable. Tal vez logren revertir la situación gracias al apoyo incondicional de José Pablo López, directivo de RTVE, quien corre el riesgo de empañar algunos de los aciertos de esta temporada con esta fallida apuesta.