Ángel Llàcer o el arte de renacer: cómo está un año después del contagio de la bacteria carnívora
- Àngel Llàcer desvela cómo pasará las Navidades: "Todo pasa por alguna cosa y al final había que parar"
- Àngel Llàcer reaparece tras el calvario de la bacteria y desvela sus planes: "El amor ayuda mucho"
- Ángel Llácer hace llorar a Chenoa en un encuentro sorpresa tras su grave enfermedad: "He estado muy mal"
Sara Tejada
La vida, a veces, pone al hombre frente al abismo para recordarle la fragilidad de su propia existencia. Hace un año, en febrero de 2024, Àngel Llàcer Pinós (Barcelona, España, 16 de enero de 1974) se asomó al borde de ese precipicio. Una bacteria infecciosa, de esas que parecen brotar del vientre oscuro de las selvas asiáticas, encontró desprevenido tras un viaje a Vietnam al actor, director teatral y presentador de televisión. Llàcer ingresó de urgencia en la Ruber Internacional de Madrid, con el cuerpo asediado por la enfermedad y el alma obligada a despedirse de sus seres queridos. Fueron días donde cada respiración parecía robada al destino: 14 jornadas en la UCI, cuatro operaciones, y el peso de la muerte danzando alrededor de su cama.
El pasado 16 de enero cumplió 51 años y hoy, aquel episodio se mira como un mal sueño que queda atrás. Ángel Llàcer ha vuelto a la vida, pero no como quien simplemente sobrevive, sino como quien renace con una vitalidad redoblada. Este 2025 lo recibe lleno de proyectos que lo devuelven a lo que mejor sabe hacer: estar en el centro del escenario, allí donde se mezclan las luces y los aplausos. Uno de esos proyectos es Soc i Seré, el nuevo concurso de TV3 en el que 100 participantes competirán en pruebas que celebran la esencia de la cultura catalana. Con un premio de 17.000 euros, el programa promete ser un festín de resistencia, humor y gastronomía, conducido por Llàcer con su la energía que le conocemos.
Pero el regreso al trabajo no termina allí. En marzo, el actor volverá a ocupar su lugar como jurado en la XII edición de Tu cara me suena, el exitoso formato donde su ojo crítico y su risa franca se han convertido en sello inconfundible. Ángel no solo trabaja; también vive. Y lo hace intensamente, saboreando cada instante. Así lo demostró recientemente en el Benidorm Fest, donde asistió como invitado a las galas y las exclusivas fiestas que transformaron la ciudad en un hervidero de música y complicidad. Rodeado de amigos como la coreógrafa Miryam Benedited o el periodista Sergio Martín Herrera, Llàcer se dejó ver en las after-parties del Benidorm Palace y el Hotel Don Pancho, siempre con una sonrisa que desmentía el dolor aún presente en sus pasos. Porque sí, el actor aún arrastra las secuelas físicas de la fascitis necrotizante que casi se lleva su pierna y su vida, pero eso no le impide estar allí donde la celebración ocurre.
"Estoy bien, cojito, pero bien", dijo con humor en la alfombra roja de los Premios Ondas. Es esa ironía fina y su capacidad de reírse de la adversidad lo que ha hecho que su historia resuene con tanta fuerza. Quizás uno de los momentos más conmovedores de su recuperación fue su testimonio en Antena 3, donde habló con desgarradora sinceridad sobre lo que significó despedirse de sus padres, enfrentándolos a la posibilidad de perder a un hijo. "Yo les decía: soy mayor, tengo 50 años, he vivido intensamente, me voy feliz". Y aunque la muerte parecía rondarlo con sus garras frías, Llàcer logró aferrarse a la vida con esa mezcla de valentía y ligereza que lo define.
Ahora, cada paso que da es un recordatorio de la fragilidad del cuerpo y de la fuerza del espíritu. Su rehabilitación ha sido lenta, pero el optimismo nunca lo abandonó. Regresar al trabajo, rodearse de amigos y participar en encuentros sociales son las piezas con las que ha reconstruido su rutina. Aunque las cicatrices queden, el actor no parece dispuesto a mirar hacia atrás con pesar. Más bien, convierte la experiencia en una anécdota que sumar a su biografía, una más de esas historias que narrará con chispa y emoción. En el fondo, Ángel Llàcer encarna aquello que tanto celebra en los escenarios: la vida como un acto lleno de pasión, humor y entrega. Si hace un año el telón parecía cerrarse, hoy el aplauso vuelve a sonar, más fuerte que nunca. Porque, como él mismo sabe mejor que nadie, lo importante no es cuánto dure la función, sino cómo se vive cada minuto sobre las tablas.