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Giorgia Meloni, portada de 'Time': mil días gobernando Italia sin ser licenciada ni inventarse ningún título universitario

Giorgia Meloni

Lucas del Barco

En Italia hace mucho que ya no sorprende nada en cuestiones políticas. Antes de que llegaran al poder personajes como Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina o Trump en EEUU, el país transalpino ya había demostrado que cualquiera puede gobernar allí. Y no nos referimos a Mussolini, Nerón o Calígula: ya en democracia, Berlusconi, Bettino Craxi o Giulio Andreotti son algunos de los predecesores de Giorgia Meloni.

La lideresa de la ultraderecha fue investida como primera ministra en octubre de 2022, con 45 años, y pocos apostaban por su permanencia. En un país acostumbrado a la inestabilidad política —con más de una decena de gobiernos en apenas dos décadas—, su llegada al poder fue vista con escepticismo. Sin embargo, contra pronósticos y prejuicios, Meloni ha superado recientemente los mil días de mandato, consolidándose como una figura central del panorama político europeo.

La ocasión le sirve para aparecer en la portada de la revista Time, lo cual marca un hito simbólico en su carrera. No es solo una validación de su resistencia política, sino también un reconocimiento a su capacidad de liderazgo en tiempos de incertidumbre. "Soy Capricornio. Soy una luchadora", afirma en la entrevista con la publicación, resumiendo su trayectoria personal y profesional en una frase que es también declaración de principios.

Criada en un barrio obrero de Roma tras perder su hogar en un incendio, y sin haber pasado por la universidad (ni haberse inventado ninguna tesis ni licenciatura), Meloni ha construido una carrera desde la base. Su infancia difícil y su vida como madre soltera le han dado una determinación poco común. Esa historia de superación personal es parte del magnetismo que, según algunos, proyecta como figura pública: sobria, directa y con una claridad discursiva que evita los excesos del populismo.

Durante estos tres años al frente del Gobierno, Meloni ha reconfigurado su imagen, si bien no faltan quienes sostienen que, para ello, ha debido renunciar a muchas de sus convicciones. Desde luego, ha suavizado su discurso, aunque lo haya hecho disimulando sus principios. Ha defendido el control migratorio sin saltarse la legalidad ni cometer excesos, y mantiene una agenda conservadora en lo social, pero sin llegar a extremos. Sostiene sus posiciones frente al colectivo LGTBI y en política migratoria, pero lo hace con firmeza: "No engañamos a nadie", asegura.

Más allá de las controversias, Meloni no ha temido establecer alianzas estratégicas en Europa, incluso cuando estas generan tensiones en su propio campo ideológico. Su estilo no confrontacional y su capacidad para negociar la han convertido en una interlocutora respetada. Mientras otras voces de la derecha optan por la provocación o el choque, ella apuesta por un pragmatismo institucional.

Time subraya precisamente ese equilibrio entre firmeza y mesura. "Es una líder que escucha, actúa y no duda", señala el artículo. En un continente marcado por la fragmentación política, su figura emerge como una excepción. La describen como "un capricho histórico", una anomalía que ha sabido capitalizar el momento y el contexto.