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Joan Camprubí, hermano de la española fallecida en el helicóptero: "Vamos a mantener viva vuestra sonrisa"

“Vamos a mantener viva vuestra sonrisa como el mejor de los legados”

Informalia

"Vamos a mantener viva vuestra sonrisa como el mejor de los legados": las palabras del hermano de la fallecida, tío carnal de los tres niños muertos en la tragedia y cuñado del CEO de Siemens resuenan en medio del dolor. El hermano de Mercè depositó flores donde se estrelló su familia en el helicóptero.

Este sábado, Joan Camprubí cruzó el río Hudson con una corona de flores entre las manos y un agujero recién tallado en el centro del pecho. Fue la travesía más absurda y dolorosa que un ser humano puede soportar: remar hacia el vacío, como si el agua pudiera devolverle algo. La ciudad de Nueva York se extendía luminosa a su espalda, esa ciudad que tantas veces se vende como postal de sueños cumplidos y que ahora le devolvía una pesadilla con forma de naufragio aéreo.

Allí, en ese pedazo de agua sucia y glorificada por el cine, se tragó la vida de cinco personas que llevaban su sangre. Su hermana Mercè, su cuñado Agustín Escobar —CEO de Siemens— y tres niños: Agustí, Mercè y Víctor, los tres nombres ya borrados de los registros escolares de Barcelona, pero vivos en cada álbum, en cada desayuno que ya no se hará.

"Vamos a mantener viva vuestra sonrisa como el mejor de los legados", dijo Joan con una voz partida, como si hablar fuera traicionar el silencio que impone la muerte. La prensa estaba allí, como los fotógrafos de guerra que encuadran la derrota con un clic. A su lado, el alcalde Eric Adams y la cónsul general Marta de Blas. Pero nada podían decir que pesara más que las flores hundidas en el agua, ni más contundente que la ausencia. Nadie hizo preguntas. ¿Para qué? ¿Qué se puede preguntar cuando una familia entera es disuelta por un zumbido de hélice y un mal cálculo en el aire? Joan habló de agradecimientos, de sonrisas, de la necesidad de repatriar los cuerpos. Pero detrás de cada palabra estaba el espanto que aún no ha encontrado palabras.

"Se fueron todos juntos"

"Se fueron todos juntos", dijo, "y se marcharon con una sonrisa en sus caras". Palabras que uno repite como un rosario si no quiere perder la cabeza. Palabras que no curan, pero permiten al menos seguir caminando por la cuerda floja del día siguiente. En la otra orilla, los buceadores seguían hundiéndose en busca de trozos de hierro retorcido, de piezas que expliquen la nada. El helicóptero, un Bell 206, tenía antecedentes. La empresa, New York Helicopter Charter, había tenido ya dos incidentes previos. El modelo arrastraba problemas mecánicos desde septiembre. Todo estaba sobre la mesa, dijo Jennifer Homendy, presidenta de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, como si la mesa no estuviera ya llena de lágrimas, de rabia y de una pregunta sin respuesta: ¿por qué no se evitó?

Hablan de pájaros, de drones, de fallos, de combustible. De un piloto que era exmilitar, joven y entrenado. Pero la pregunta sigue ahí: ¿era necesario volar? ¿Es necesario poner cada día a miles de turistas en el aire, bajo el pretexto de que mirar Manhattan desde arriba justifica cualquier riesgo? La niña, Mercè, habría cumplido nueve años ese viernes. Viajaron a Nueva York para celebrarlo. Quizá soñaban con cupcakes en Central Park, con una fotografía bajo las luces de Times Square. No sabían que el regalo sería la eternidad sellada en una explosión en el cielo.

Ahora, la ciudad debate. Algunos concejales levantan la voz: "Este accidente era totalmente predecible y evitable". Pero el alcalde, el mismo que estrechó la mano de Joan Camprubí con gesto fúnebre, se niega a prohibir los vuelos turísticos. Dice que "son un potente recurso económico". Como si cinco ataúdes pudieran cuadrar en una hoja de Excel. Nueva York sigue viva, como sigue viva una feria después de que se apague la música y alguien haya muerto en una atracción. Las luces siguen encendidas. Los helicópteros seguirán volando. Los turistas seguirán pagando.

Pero en una casa de Barcelona, en una mesa que era para cinco y ahora es una isla abandonada, ya no se preguntará por qué tardan tanto en volver. El viaje ha terminado. "Este accidente era totalmente predecible y evitable". Esta es la afirmación que realizan estos días varios concejales, candidatos a la alcaldía y personalidades de la ciudad, que lleva tiempo abogando para que se prohíban lo que se denominan "vuelos no esenciales", donde se incluye la oferta para otear de cerca la icónica línea del horizonte de los rascacielos. Sin embargo, esta reivindicación se ha visto replicada por una fuerza relevante. El alcalde se opone a prohibir los vuelos turísticos porque "es un potente recurso económico". Muchos en Nueva York creen que la tragedia se habría evitado si se hubiesen prohibido estos vuelos

Y Joan Camprubí, que cruzó el Hudson para despedirse, ha vuelto con los puños cerrados y la mirada perdida. Dijo que mantendrán viva su sonrisa. Y lo harán. Pero la tragedia ya no les pertenece: ahora también es nuestra. Nos la han dejado colgando en el aire, como una advertencia, como una maldición, como una herida abierta entre las hélices del cielo.

La tragedia ha conmocionado tanto a España como a EEUU, ha dejado al descubierto las posibles fallas en los controles de mantenimiento y seguridad de vuelos turísticos en Nueva York. La investigación sigue en curso y se esperan más detalles en los próximos días. Pero las primeras pesquisas revelan que el helicóptero del accidente en el que murieron el español Agustín Escobar, su mujer y sus tres hijos llevaba meses con problemas mecánicos.

El helicóptero que se precipitó al río Hudson y causó la muerte de seis personas, la familia española y el piloto de la nave había presentado problemas mecánicos meses antes del accidente, según los registros de la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés). La aeronave siniestrada, un modelo Bell 206L-4 LongRanger IV, propiedad de la empresa New York Helicopter, tuvo un fallo en el conjunto de transmisión en septiembre del año pasado. El helicóptero, fabricado en 2004, ya acumulaba 12.728 horas de vuelo cuando fue sometido a reparación. Pese a su historial reciente, el helicóptero contaba con un certificado de aeronavegabilidad emitido en 2016, válido hasta 2029, según los registros.

El trágico accidente ocurrió el jueves, cuando el helicóptero, que realizaba un recorrido turístico por la ciudad, se desintegró en pleno vuelo y cayó al río Hudson. Entre las víctimas se encontraba el ejecutivo de Siemens Agustín Escobar, su esposa Mercè Camprubí Montal, y sus tres hijos: Agustín (10 años), Mercedes (8 años) y Víctor (4 años). El ejecutivo había nacido en Puertollano (Ciudad Real) pro la familia residía en Barcelona, y se encontraban de visita en Nueva York. La aeronave despegó desde el Downtown Skyport de Manhattan alrededor de las dos menos diez, hora de Nueva York (seis horas más en la península), pilotada por Sean Johnson, de 36 años, un veterano de la Marina estadounidense que recientemente había comenzado su carrera como piloto en la ciudad.

El piloto de helicóptero Sean Johnson, con uniforme militar, en una lancha compartida en su cuenta de Facebook en abril de 2021

Aproximadamente 25 minutos después del despegue, el helicóptero se desplomó en el agua. El impacto fue captado en un video estremecedor que muestra la nave desintegrándose en el aire. Se observa cómo al menos una de las aspas aún giraba mientras otras partes del helicóptero caían en diferentes direcciones. La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) ha iniciado una investigación para esclarecer las causas del accidente. Las pesquisas incluyen el análisis de la experiencia del piloto, los restos aún no recuperados de la aeronave y las operaciones de la empresa New York Helicopter, que organiza estos vuelos turísticos. Parte de la investigación se centrará en las tareas de mantenimiento del helicóptero y en la implementación de dos directrices de seguridad recientes emitidas por la FAA para este modelo de helicóptero:

La primera, emitida en diciembre de 2022, exigía la inspección y posible reemplazo de las palas del rotor principal por riesgo de delaminación, es decir, la separación de las capas internas de la pala debido a fatiga de material, daño u otros defectos. Si no se resolvía, este problema podía provocar una falla catastrófica del rotor.

La segunda directriz, publicada en mayo de 2023, obligaba a realizar pruebas y posibles reemplazos de los ejes del rotor de cola en ocho modelos, incluido el involucrado en el accidente. La advertencia surgió después de que un helicóptero perdiera la transmisión del rotor de cola debido a una falla en una junta. Aún faltan por recuperar los rotores del helicóptero, según informó el viernes la presidenta de la NTSB, Jennifer Homendy. Equipos de buceo del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) continúan buscando entre los restos sumergidos.

El director ejecutivo de New York Helicopter, Michael Roth, habla en una conferencia de prensa anterior, en 2007, argumentando contra la prohibición de helicópteros en Manhattan.

Hace 12 años, otra aeronave de la misma compañía terminó en el río Hudson

Este no es el primer incidente que involucra a la empresa New York Helicopter. Hace 12 años, otra aeronave suya también terminó en el mismo río. Roth, propietario de la compañía, expresó su conmoción: "Estoy absolutamente devastado. Lo único que sé, tras ver el video del helicóptero cayendo, es que las palas del rotor principal no estaban en el helicóptero. Y en mis 30 años en este negocio, jamás vi algo así". "El único motivo que puedo imaginar —aunque realmente no tengo idea— es que hubo un impacto con un ave o que fallaron las palas del rotor principal. No lo sé. Es horrible. Pero hay que recordar algo: estas son máquinas, y las máquinas fallan", concluyó Roth.