Gente

La psicóloga Lara Ferreiro analiza con Beatriz Cortázar a los hombre infieles y le manda un mensaje a Tamara Falcó: "Pobrecita mía"


Beatriz Cortázar

Si con su primer libro Adicta a un gilipollas ya consiguió ser una super ventas y llenar su consulta de mujeres que necesitaban ser escuchadas por alguien que sabía de lo que hablaban, hoy la psicóloga Lara Ferreiro la vuelve a liar tras publicar ¡Ni un capullo más!, un método que anuncia definitivo para encontrar a la pareja perfecta. Con una intensidad de quien vive todo al máximo y una capacidad para empatizar con mujeres que necesitan encauzar sus relaciones, Lara nos habla de su libro y también de sus muchísimas anécdotas dentro y fuera de su consulta. Conoce las relaciones tóxicas por propia experiencia pero cree en el amor de verdad y de ahí que hoy se confiese una mujer feliz y enamorada. Desde luego tiene todas las herramientas a su alcance para no equivocarse.

Sus libros son directos y sin pelos en la lengua. ¿Hay mucho capullo suelto como para escribir ¡Ni un capullo más!?

Hay muchos. La estadística dice que seis de cada diez mujeres han pasado, están o pasarán por una relación tóxica. Vas por la calle y hay un sesenta por ciento de mujeres así por lo que estamos ante una pandemia emocional. Escribo para mujeres, pero también me leen hombres. Mi libro anterior, Adicta a un gilipollas fue un best seller que me han traducido a muchos idiomas y este segundo libro es complementario. He presentado mi método en cinco anillos una vez te han desenganchado del gilipollas y estás soltera.

¿Y de dónde ha sacado ese método?

Es algo que he probado con mis pacientes. Venían mujeres de todas las edades que necesitaban saber cómo encontrar un buen hombre. Ahí surgió la semilla de este libro. Si tantas mujeres me hacen esta pregunta está claro que había que tener un método que yo me he aplicado a mí misma. Por eso el primer anillo es entender los capullos de los que hay que huir. Como el hombre tirita, que sólo te roba tiempo y energía y no quiere nada contigo. Suele aparecer cuando sales de una relación y estás de duelo del capullo de tu ex y lo que no imaginas es que ese polvo te va a costar dos años de tu vida. Tú quieres una relación cuando él solo busca sexo y está de banquillo con otras y no va a cambiar por mucho que lo creas. A los seis meses, cuando se baja la bioquímica, quieres cortar, pero aún te gusta mucho. Y así va pasando el tiempo hasta que llegas a los dos años para desengancharte por eso digo que un polvo son dos años y hay que ser más radical.

Hace todo un perfil de los hombres que no debemos ni mirar.

Como el fantasioso sexual que ahora se lleva mucho. Un Grey de la vida. El que quiere llevarte a locales de intercambios de parejas porque a sus 40 años quiere explorar. Luego está el infiel. Colaboro con una app de infieles y se calcula que hay ocho millones y medio de hombres infieles en España y siete millones de mujeres. Casi estamos a la par. La diferencia es que a las mujeres no se les suele pillar mientras que a ellos sí sobre todo por el teléfono. La hora del infiel es de 2 a 4 de la tarde, cuando se supone estás en una comida, y suele haber coartada. También cuento el gen del infiel que se ha descubierto recientemente, el DRD4, que no sé si Íñigo Onieva u otros famosos lo tienen. Otro es el "follamigo", algo en lo que no creo porque siempre hay uno de los dos que quiere algo más. Mi lema es que si un hombre me gusta no tendría sexo con él porque me voy a enganchar. Cuando tienes sexo con alguien las mujeres segregamos oxitocina, la hormona del amor, mientras que los hombres endorfinas, la hormona de la liberación. Tú sales enganchada y él relajado. Por eso las mujeres necesitamos el abrazo de después. Otro tipo del que huir es el narcisista. Soy una apasionada de la neurociencia. Cuando viví en Nueva York trabajé con los scanner del cerebro que reflejan tantas cosas como las sustancias que les falta a los psicópatas. Los psicópatas integrados abundan en la sociedad actual y son muy dañinos porque crees que es una persona normal pero destroza y machaca. Por eso en Estados Unidos hay cadenas perpetuas porque saben que hay personas que nunca van a cambiar y cometerán los mismos delitos cuando salgan a la calle. Otro tipo es el fóbico al compromiso. Como aquel torero que dio la espantá el día de su boda. Una norma que cumplo es no estar nunca con un casado o emparejado. Solo el 2 por ciento de los casados dejan a su mujer, ósea, ninguno. Tengo una paciente que está convencida que su amante casado no tiene sexo con su mujer y ni te digo ya los embarazos que lleva la esposa.

¿Suele hacer terapia para pareja?

Tengo un máster en terapia de pareja y sexualidad y no veas cada caso que me llega sobre todo en gustos sexuales. Mucho fetichismo y situaciones raras con las que desarrollo mi cara de pócker. Piensa que el amor toxico es como la cocaína, sabes que te está matando y te engancha. Yo tuve mi relación tóxica y es muy adictiva porque cuando estás con tu capullo segregas muchísima dopamina y es lo que te pide tu cerebro. Al final hay que verlo como un proceso de desintoxicación para poder salir de ahí.

Ya ha hablado de los diferentes capullos para identificarlos. ¿Y después qué?

Lo más importante es desarrollar la autoestima. A mis pacientes les doy las herramientas de las que hablo en este libro para hablarnos bien a nosotras mismas. En el tiempo que pasé en Estados Unidos entendí que son más racionales que nosotros. Por eso antes de que te intoxiques de oxitocina y te enganches explico cómo hay que saber filtrar a la persona adecuada que sea compatible.

¿Ve positivo ligar en las app?

Totalmente. Antes de Psicología hice cuatro años de Ingeniería Industrial y por eso soy tan estructurada. El 60 por ciento de las parejas hoy se conocen por la app entre otras cosas porque los hombres están acojonados y no entran a las mujeres en los bares. En esas aplicaciones ya hay un consentimiento y todo es más fácil. Para encontrar una buena pareja hay que calcular entre 3 y 6 meses y dedicarle un tiempo y un esfuerzo además de acabar con la falsa idea del príncipe azul que nos ha inculcado Disney.

¿Cuál sería el final feliz?

El ejemplo de mis padres. Llevan 50 años casados, se quieren muchísimo y son mi referente. Creo en el amor al cien por cien asumiendo las crisis y etapas por las que se pasa. Las generaciones jóvenes ya no viven el amor así y por eso hoy el éxito ya no es cuestión de tiempo sino de calidad en la relación. Pero siempre repito que el amor propio tiene que estar por encima de cualquier hombre y si no lo ves así mal vas. No hay que aferrarse al primero que llegue por miedo a la soledad.

Y ahora prepara su boda convencida de que ha encontrado al hombre de su vida.

Efectivamente. Todo lo que reflejo en este libro yo lo he pasado y he tenido un gilipollas que fue un psicópata y por el que dejé mis estudios de ingeniería y me hice psicóloga. Las vueltas que da la vida. Me enteré que se casó y ahora su ex está en un psiquiátrico. Ahora tiene una pareja española (el vive en Estados Unidos) y conociéndole sé que es porque ella nunca va a poder sacar a sus hijos de allí. Lo malo de algunas mujeres es que creen que esos hombres van a cambiar a su lado.

¿No cree en los cambios? Antes citó a Íñigo Onieva como ejemplo y no sé si entraría también aquí en el apartado de hombres que no cambian.

El perfil de Íñigo es el de un infiel crónico que lo que suelen hacer es perfeccionar el método, pero no cambian. Está demostrado que cuando estás muy enamorado tienes la vasopresina, la hormona de la fidelidad, no puedes besarte con nadie porque es casi imposible. Que se fuera a besar con otra en un festival de Burning Man delante de la gente y poco antes de casarse con Tamara habla mucho de ti. Si eres infiel en ese momento es porque no estás enamorado. Otra cosa es que te quieras casar por otros motivos y entiendo que Tamara cree en la reinserción y en el perdón pero pobrecita mía. Me gustaría mandarle este libro a su casa porque creo que le va a venir muy bien. Te confieso que un día me encontré a Íñigo al lado de mi gimnasio y casi me muero porque le había puesto como ejemplo de muchas cosas que cuento en mis libros y prefería que no me reconociera.