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Quién es Mette Frederiksen, la primera ministra danesa a la que Trump grita por teléfono


Informalia

El presidente de los EEUU estuvo gritando durante 45 minutos: "¡Groenlandia va a ser nuestra te pongas como te pongas!". Al otro lado, la primera ministra del país al que ahora pertenece el territorio que ambiciona Trump.

Eso acaba de ocurrir pero la cosa viene de lejos. En el verano de 2019, el mundo observó con mezcla de sorpresa e incredulidad cómo una disputa geopolítica surrealista estallaba entre Estados Unidos y Dinamarca. En el centro de aquella escena inusual estaban el entonces presidente estadounidense Donald Trump y Mette Frederiksen, la recién nombrada primera ministra danesa. El motivo del enfrentamiento: Groenlandia, la isla más grande del mundo y territorio autónomo del Reino de Dinamarca, que Trump quería comprar como si de un terreno baldío se tratara.

Frederiksen, en un acto que muchos calificaron de firme y digno, rechazó de plano la idea, calificándola como "absurda". Este episodio, que llegó a involucrar una llamada telefónica en la que Trump presuntamente le gritó durante 45 minutos, marcó un punto de inflexión en el inicio de su mandato y, a la vez, ofreció una imagen clara de quién es esta política danesa: pragmática, directa y decidida.

Los inicios de una líder política

Mette Frederiksen nació el 19 de noviembre de 1977 en Aalborg, una ciudad portuaria al norte de Dinamarca. Creció en una familia de clase trabajadora que le inculcó desde joven los valores del socialismo democrático y el sentido de responsabilidad social. Su padre trabajaba como tipógrafo y su madre era maestra, lo que moldeó su sensibilidad hacia las cuestiones laborales y educativas que más tarde definirían su carrera política.

Se unió al Partido Socialdemócrata a una edad temprana, comenzando su carrera como activista y ascendiendo rápidamente en el ámbito político. Estudió Administración y Ciencias Sociales en la Universidad de Aalborg, y más tarde obtuvo una maestría en Estudios Africanos en la Universidad de Copenhague, mostrando un interés temprano por los problemas globales.

A los 24 años, Frederiksen fue elegida miembro del Parlamento danés, convirtiéndose en una de las parlamentarias más jóvenes del país. Desde entonces, su ascenso ha sido constante. Se distinguió por su capacidad para combinar un lenguaje directo con un estilo político inclusivo, ganándose tanto el respeto de sus colegas como el apoyo de la ciudadanía.

En junio de 2019, Frederiksen hizo historia al convertirse en la primera ministra más joven de Dinamarca, con solo 41 años. Representando al Partido Socialdemócrata, logró construir una coalición de gobierno con otros partidos progresistas, prometiendo políticas que equilibraran el crecimiento económico con la justicia social y la sostenibilidad ambiental. Desde su llegada al cargo, su liderazgo ha sido definido por una mezcla de pragmatismo y sensibilidad social que ha resonado profundamente en los daneses.

Uno de sus mayores retos llegó en sus primeros meses de mandato, cuando Donald Trump lanzó una oferta para comprar Groenlandia. Frederiksen, en una entrevista con un periódico danés, calificó la propuesta de "absurda", añadiendo que Groenlandia no estaba en venta y que no era un asunto que mereciera discusión. Esto enfureció a Trump, quien canceló una visita oficial a Dinamarca, acusó a Frederiksen de ser "desagradable" y, según reportes posteriores, la llamó por teléfono para expresar su frustración, gritando durante 45 minutos. En esa conversación, según fuentes cercanas, Trump insistió repetidamente en que "Groenlandia va a ser nuestra, te pongas como te pongas". Frederiksen, sin perder la calma, reiteró la posición de su gobierno y defendió la soberanía danesa sobre el territorio.

A lo largo de su mandato, Mette Frederiksen ha demostrado ser una líder firme en momentos de crisis. Durante la pandemia de COVID-19, Dinamarca fue uno de los primeros países europeos en tomar medidas drásticas para contener el virus. Frederiksen cerró fronteras, impuso restricciones de movimiento y supervisó un ambicioso programa de pruebas masivas. Estas decisiones, aunque controvertidas en su momento, ayudaron a que Dinamarca gestionara la pandemia de manera eficaz, ganándole elogios tanto a nivel nacional como internacional.

Sin embargo, no todo ha sido fácil para Frederiksen. En 2020, su gobierno se vio envuelto en una polémica relacionada con la decisión de sacrificar a millones de visones en el país para prevenir la propagación de una mutación del coronavirus. Aunque la medida fue justificada desde el punto de vista sanitario, el manejo inicial de la crisis generó críticas y debates sobre su liderazgo.

Frederiksen ha dejado claro que su visión política se centra en defender los valores fundamentales de Dinamarca: la igualdad, el bienestar social y la protección del medio ambiente. Ha impulsado reformas educativas, políticas de apoyo a las familias y medidas para reducir la huella de carbono del país. También ha abogado por una política migratoria estricta pero humanitaria, buscando un equilibrio entre la acogida de refugiados y la integración exitosa en la sociedad danesa.

En el escenario internacional, Frederiksen se ha posicionado como una defensora de la cooperación global y el multilateralismo. Ha trabajado para fortalecer la relación de Dinamarca con la Unión Europea y ha promovido la sostenibilidad como eje central de las políticas económicas internacionales. Aunque su enfrentamiento con Trump pudo parecer una anécdota aislada, reflejó su capacidad para defender los intereses de su país sin ceder ante presiones externas.

Madre de dos hijos y casada con un cineasta

A pesar de su papel como figura pública, Frederiksen ha mantenido un perfil personal discreto. Es madre de dos hijos y está casada con el cineasta Bo Tengberg. En entrevistas, ha hablado sobre la importancia de mantener un equilibrio entre su vida familiar y su carrera política, señalando que su mayor inspiración son sus hijos y su deseo de dejarles un mundo mejor.

Mette Frederiksen es mucho más que la primera ministra danesa que enfrentó los gritos de Donald Trump. Representa una nueva generación de líderes políticos: pragmáticos, sociales y comprometidos con los retos globales del siglo XXI. Desde su firme negativa a vender Groenlandia hasta su manejo de la pandemia, Frederiksen ha demostrado que el liderazgo no se mide por el volumen de la voz, sino por la solidez de las convicciones. Dinamarca, bajo su dirección, sigue siendo un ejemplo de cómo los valores de igualdad y sostenibilidad pueden guiar el progreso de una nación.