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Bertín aclara a quién sobornó con sus jamones: el peor golpe desde '¿Qué he hecho yo para merecer esto?'
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Sara Tejada
"Bertín Osborne regala jamones a periodistas para acercar posturas", publicábamos al saber de estos regalos. El presentador da el cante y en un movimiento muy sospechoso se excusa por su conducta pero identifica a los destinatarios de su generosidad. Y lo hace ante una amiga de El Turronero, compinche del ex de Fabiola en esta cerdada de bellota en la que a nosotros no nos llegó ni una paletilla. Pilar Vidal sabrá qué se cuece tras esta complaciente entrevista con el repartidor de jamones.
En un país donde el jamón tiene rango de patrimonio cultural y el cerdo es tratado como una deidad ibérica, Bertín Osborne acaba de protagonizar el peor "jamonicidio" conocido desde que Carmen Maura usó la pata de un jamón para despachar a su marido en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? No hay sangre en la alfombra ni un inspector gruñón que investigue, pero la trama tiene el aroma inconfundible de un buen caldo que hierve a fuego lento. Nuestro querido Bertín ha negado a Pilar Vidal (ella sabrá por qué le protege) haber sobornado a periodistas con jamones, pero lo ha hecho con la vehemencia de quien ha sido pillado con las manos en la alacena. Como quien niega haber robado galletas mientras mastica una. Admite que envió "dos cajas" a Carlos Herrera y Federico Jiménez Losantos, esos amigos tan cercanos que uno se pregunta si no le han reservado también un lugar en el testamento. Todo lo demás, dice, es cosa de su socio, el célebre José Luis López El Turronero, quien parece manejar la logística jamonil como si de una conspiración ibérica se tratara.
"Si mi socio ha hecho más envíos, yo no tengo nada que ver", asegura Bertín, dejando solo al de Ubrique y añadiendo un toque de dolce far niente que bien podría convertirlo en protagonista de una novela de Galdós. Pero claro, en España sabemos que esa excusatio non petita es una accusatio manifesta: negar algo con tanta insistencia es como poner un cartel de neón que dice: "¡Sí, lo hice!".
El misterio de los jamones desaparecidos
Mucho nos tememos que este caso acabará como en la película que Almodóvar estrenó hace 40 años (basada en la historia corta "Lamb to the Slaughter", de Roald Dahl). Nos quedaremos sin pruebas del crimen, porque los jamones ya estarán nadando en alguna olla, transformados en caldo. ¿Cómo perseguir las huellas de un jamón regalado, si su destino natural es desaparecer entre lentejas o en la nochebuena de algún afortunado destinatario? La policía nunca podrá confiscar una prueba que ahora flota, gloriosa, en forma de grasa líquida en los estómagos agradecidos de la prensa y la élite empresarial. La gran pregunta que flota en el ambiente es: ¿Además de Herrera y Losantos, saldrá a la luz la lista completa de los afortunados receptores de los jamones? ¿Descubriremos que tras el título de "jamones a empresarios y gente del sector" se esconde un reparto secreto digno de una novela de conspiración? Al menos nos queda la esperanza de que alguien rompa el silencio, entre un eructo y un brindis, y diga: "Yo fui uno de ellos". Hasta entonces, la lista de los "sobornados ibéricos" seguirá siendo un misterio tan oscuro como el caldo de un cocido bien hecho.
Bertín, el hombre y la leyenda
Con su porte de terrateniente de novela decimonónica, Bertín asegura que no tiene problemas con nadie, menos con la prensa. "Si los tienen, serán ellos conmigo", dice, con la altivez de un marqués que repasa sus dominios. Mientras tanto, sigue alternando entre sus polémicas paterno-familiares, su futuro en televisión, y su incipiente carrera como magnate de los productos gourmet. Pero no nos engañemos: en España, el jamón es cosa seria. No es un simple embutido, es una declaración de intenciones, un arma diplomática. Y Bertín, sin querer, nos ha regalado un nuevo culebrón nacional, donde el villano no se delata por su maldad, sino por su exceso de sinceridad: "Yo no he enviado esos jamones, pero si alguien los ha enviado… seguro estaban deliciosos". Como en toda gran tragedia ibérica, nos queda solo el consuelo del humor y un pedazo de pan para acompañar. Porque al final, como bien sabe Bertín, todo se digiere mejor con un buen caldo, aunque este haya sido preparado con las pruebas del crimen. El siguiente capítulo es saber si Pablo Motos le ha presionado para que vaya a a El Hormiguero con sus jamones en lugar de ir La Revuelta.