Cari Lapique y Carla Goyanes, desconsoladas en el funeral de Caritina: arropadas por María Zurita y Alfonso de Borbón
- Sus restos mortales serán trasladados a Madrid
- Carla Goyanes llega destrozada al tanatorio y se funde en un abrazo con el viudo de su hermana Caritina
Informalia
Desconsuelo e inmensa tristeza en la familia Goyanes-Lapique. Cari, de riguroso luto, agarrada a su hija Carla, ha asistido al funeral en memoria de su hija la empresaria Caritina, fallecida este lunes 26 a los 46 años. El servicio se ha celebrado en la Iglesia de Guadalmina, en Málaga, este martes 27 por la mañana, donde han acudido amigos y familiares para brindarle su último adiós. Sus restos mortales serán trasladados a Madrid. Junto a Cari y Carla se encontraba el viudo, Antonio Matos.
Entre los íntimos que han arropado a la familia en el responso se encontraban María Zurita, prima de Felipe VI, Alfonso de Borbón Yordi y Eugenia Silva, Nuria González, Inés Domecq, José María García, Rosauro Varo, Elena Benarroch y Ana Gamazo. Allí veíamos una desgarradora escena con el interminable abrazo de Carla, hermana de Caritina, a sus sobrinos Pedro y Mini Cari, y a su cuñado, Antonio, destrozados por la tragedia. La madre de Caritina, devastada, ha buscado consuelo en su hija y en su hermana Miriam. Hemos visto a Matos muy afectado y Jorge Benguría, cuñado de la empresaria, que también recibía las condolencias y el cariño de los familiares y amigos.
El inmenso dolor de la familia Goyanes-Lapique
El dolor ha golpeado de nuevo a la familia Goyanes-Lapique. Tan solo 19 días después del fallecimiento del empresario Carlos Goyanes, fallecía la hija mayor del productor, Caritina, a los 46 años, por un infarto. La empresaria apuraba los últimos días de vacaciones en la casa familiar de Marbella con su marido Antonio y sus hijos cuando comenzó a encontrarse mal. Aunque la trasladaron rápidamente a un hospital, nada pudo hacerse por su vida. Tras el triste fallecimiento de Caritina, su madre Cari, que estaba en Mallorca, viajó de urgencia a Málaga para trasladarse a la capilla ardiente, que quedó instalada en el tanatorio de San Pedro de Alcántara.