Casas Reales

Toda la verdad sobre la exótica y diferente Semana Santa de la infanta Elena en Tánger: nada de Abu Dabi


Beatriz Cortázar

Está más que demostrado que las hijas del rey emérito Juan Carlos son las principales beneficiadas de los contactos de su padre. La infanta Cristina consiguió que un íntimo de papá como fue el difunto Aga Khan la contratara cuando se instaló en Ginebra y así justificar que tenía un trabajo. Corría el año 2013 y la esposa de Iñaki Urdangarin tenía que salir de España por el escándalo del Caso Nóos y esta vez no se podía improvisar una sede nueva de La Caixa en la capital suiza, como sí se consiguió hacer años antes en Washington al crear una sucursal de Telefónica para que Iñaki Urdangarin tuviera trabajo también gracias a los contactos del emérito. Se supone que Cristina trabajaba a distancia para La Caixa y además tenía un contrato con una empresa del Aga Khan, uno de los amigos incondicionales de toda la vida de don Juan Carlos desde sus años de estudiante.

También la infanta Elena se ha beneficiado y se sigue beneficiando de esas amistades y de su apellido. Esta Semana Santa, tal y como dimos en exclusiva en Informalia, la primogénita de Juan Carlos y Sofia apuró los días santos no para ir de procesiones y lucir mantilla, que le queda como un guante, sino para pasar de las tradiciones cristianas y disfrutar de unos días de auténtico ocio y relax en el Hotel de lujo Villa Joséphine, en Tánger, junto a su íntima amiga Rita Allendesalazar, entre otras amistades.

Doña Elena sabía que su padre viajaba a los pocos días a España, como así ha sido, y no había necesidad de desplazarse hasta Abu Dabi, para estar apenas dos días. Esta vez prefirió quedarse con sus amigas más cerca de España, pero también bajo el paraguas de la amistad de su familia con el rey alauita, que ya se sabe que Juan Carlos solía llamar hermano al padre del rey Mohamed V.

Para suerte de la infanta, esos días Villa Josefhine estaba especialmente tranquila en cuanto a clientela, y eso le permitió recorrer todas las instalaciones con sus amigas y disfrutar de esta mansión colonial, que representa perfectamente el lujo árabe, pasado por la sofisticación francesa. Lo que sí llamaba la atención es que siempre estuvo con más personal de seguridad. Seguramente desplegado por sus anfitriones de Marruecos.

A sus 61 años, Elena ha recuperado la independencia de sus años mozos y más ahora que sus hijos viven su vida y sus padres también la suya. No ha rehecho su vida sentimental (tampoco a su exmarido Jaime de Marichalar se le conoce relación nueva), pero sí ha sabido crear su particular núcleo cerrado, donde apenas entra nadie, y vivir una vida que, salvo en actos institucionales, pretende sea lo más anónima posible. En Tánger, rodeada del encanto de un emblemático hotel que conocen las grandes personalidades internacionales y sin querer que acudir en representación oficial.

A ninguna parte, estas vacaciones son lo que ahora llaman algunos el lujo silencioso pero siempre con la firma de papá que ya se encuentra en Galicia dispuesto a disfrutar de su pasión por el mar, y más que probablemente con la visita de su hija Elena, y algunas de sus amigas, que encima son las que más le apoyan en esta nueva aventura de poner demandas en los juzgados.