Casas Reales

Los otros escándalos de Federico de Dinamarca: gastos excesivos y cocaína en los sables de la Guardia Real


Lucas del Barco

Dinamarca, ese país nórdico donde todo parece funcionar con la precisión de un reloj suizo y la educación cívica alcanza niveles de religión, se ha despertado con la resaca de un escándalo monárquico de los que dejan huella. Y no, esta vez no ha sido porque el rey Federico haya decidido hacer turismo gastronómico por Madrid en compañía de Genoveva Casanova mientras su esposa María visitaba a su padre en Tasmania. El escándalo no ha venido envuelto en lino aristocrático, sino en algo mucho más contundente: un sable de la Guardia Real con un trazo impecable de cocaína. El. consumo de drogas entre la Guardia Real ha sido la gota que ha colmado el vaso.

El documental Los guardaespaldas drogados ha destapado lo que muchos ya sospechaban pero nadie se atrevía a decir en voz alta: bajo los imponentes gorros de piel de oso y los uniformes impolutos, la Guardia Real danesa parece haber encontrado en el desenfreno un nuevo código de honor. Como si fueran los descendientes nórdicos de Keith Richards, algunos de sus miembros han cambiado la solemnidad de los desfiles por fiestas privadas donde el protocolo se mide en gramos y no en saludos militares.

La gota que ha colmado el vaso ha sido un vídeo filtrado por el diario Se og Hør, en el que un guardia real, con una destreza que ya quisiera un chef francés espolvoreando trufa, se esnifa una generosa línea de cocaína sobre su arma reglamentaria. Un gesto que, sin duda, añade un nuevo significado al concepto de "defender la corona".

Los reyes ausentes y los gastos presentes

Pero mientras el pueblo danés se pregunta si la Guardia Real es un cuerpo de élite o un after clandestino, la familia real sigue con su rutina de desapariciones estratégicas. Desde que Federico y María subieron al trono, han anulado más compromisos que una novia con dudas existenciales, y la respuesta oficial a cada ausencia es siempre la misma: vacaciones privadas.

Tasmania se ha convertido en su refugio favorito, supuestamente para visitar al padre de la reina, que atraviesa un delicado estado de salud. Sin embargo, en Dinamarca muchos empiezan a preguntarse si el buen hombre está enfermo o si el rey y la reina han encontrado en Australia el escondite perfecto para tomarse un respiro de sus deberes institucionales.

Porque, eso sí, aunque los reyes han demostrado ser expertos en esfumarse, hay algo que nunca desaparece: el gasto. En un año de reinado, han logrado que la casa real cueste un 15% más al Estado. Justificaron la subida alegando que, a diferencia de la época de la reina Margarita, ahora hay dos monarcas y cuatro hijos que mantener. Cifras en mano, la familia real ha gastado más de 6,3 millones de euros en bienes y servicios, sin contar el mantenimiento de sus palacios, que, por supuesto, sigue corriendo a cuenta de los contribuyentes.

El titular más afilado lo ha dado Se og Hør: "A mayor ingreso, mayor consumo". Un resumen que parece aplicable tanto a la monarquía como a la Guardia Real, cada uno a su manera.